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El PSOE hace política aunque le cueste votos», proclamaba muy ufano Patxi López nada más presentar en el Congreso la propuesta para derogar el delito de sedición del Código Penal. «Lo que nos faltaba, presumir de que la política de Pedro Sánchez nos cuesta votos», ... se lamentan los socialistas más preocupados porque en las elecciones autonómicas y municipales de mayo los ciudadanos pasen factura por estas aventuras de riesgo. En Cantabria, además, en las plazas principales de Santander y Torrelavega, los socialistas ni siquiera se ponen de acuerdo sobre quiénes son sus mejores candidatos.
Patxi López, que allá por 2017 le disputó el liderazgo socialista a Pedro Sánchez –Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?, le interrogaba entonces, entre engreído y condescendiente– y hoy es su sumiso portavoz en el Congreso, iba a ser el invitado estrella en la conmemoración del 135 aniversario del PSOE de Santander, pero se tuvo que marchar a Barcelona a defender la eliminación del delito de sedición, celebrado por ERC como una gran victoria frente al Estado de camino hacia el referéndum de autodeterminación, y a echarle la culpa al PP del conflicto catalán. Bueno, López siempre le echa la culpa al PP de todo, menos de adornar su biografía cuando le hizo lehendakari en 2009 y presidente del Congreso en 2016.
Frente al desparpajo de López, los barones más autónomos respecto al sanchismo dominante, como García-Page y Lambán, se suben por las paredes –«Pedro no puede hacernos esto a seis meses de las elecciones», se quejan amargamente– y no quieren ni ver al presidente en la campaña. Pablo Zuloaga está entre los disciplinados que se ciñen al argumentario oficial sobre la homologación del Código Penal a Europa y sobre la responsabilidad del PP. En cambio, a su socio gubernamental, el presidente Revilla, no le gusta la derogación de la sedición ni nada vinculado con el independentismo catalán que pueda contaminarle a él y a su partido, el PRC, en vísperas electorales.
En la cúpula del PSOE cántabro se apuntan a la teoría de la 'memoria de pez' del electorado, o sea, que cuando llegue la cita con las urnas los ciudadanos ya se hayan olvidado del indulto de 2021 a los condenados del 'procés' y de la reforma que ahora propone convertir al sedicioso de ayer, de hoy y de mañana en un vulgar gamberro callejero, algo así como un 'Cojo Manteca' de la política. Y hasta del perdón a los malversadores amigos, si se pone a tiro. Y hasta de la chapuza de la ley del 'sólo sí es sí'. El alcance de la desmemoria electoral es toda una incógnita.
En la comida conmemorativa del PSOE de Santander se produjo lo que la militancia esperaba, alguna visibilidad del candidato del partido en mayo, cuando faltan pocos días para las primarias electorales. El secretario general, Pedro Casares, señaló al portavoz municipal, Daniel Fernández, que no gusta a la ejecutiva regional, como nada de lo que hacen los dirigentes santanderinos. Hace unos meses, les presionaron con un misterioso sondeo que situaba como mejor aspirante a Casares, que ya lo fue en 2015 y 2019. Pero el diputado nacional quiere apuntalar su carrera en Madrid y conservar su liderazgo orgánico en Santander, pero se descarta para la nueva pugna electoral. Pues ahora otra encuesta de la cúpula regional apunta que Ainoa Quiñones, la delegada del Gobierno, sería una candidata mejor, o al menos más conocida, que Fernández. La propia Quiñones contribuyó a enredar el asunto con unas confusas declaraciones sobre sus aspiraciones a la Alcaldía de Santander. En fin, así de cohesionado está el partido a 24 semanas de las urnas: unos apoyan a Fernández y otros quieren que Madrid imponga a Casares o a Quiñones.
En Torrelavega no está mucho mejor. El secretario general, José Luis Urraca, se apresuró a anunciar su participación en las primarias electorales y tampoco los sondeos le sonríen pues da mejor como candidato José Manuel Viadero, aunque el ex alcalde ya no está para la primera línea. En Torrelavega la marca PSOE tiene más fuerza que en Santander y hay menos diferencia en la valoración de candidatos. Hasta ahora, el sector crítico mantiene la idea de no concurrir a las internas y dejar que el oficialismo confirme sin competencia los malos augurios que se ciernen sobre las siglas en la ciudad del Besaya.
Pablo Zuloaga aguarda sin apuro a que se cumplan los tiempos para su proclamación como candidato autonómico en 2023. Está al frente del PSOE en el partido y en el Gobierno regional, y en los últimos comicios de 2019 mejoró la representación socialista en dos escaños, de cinco a siete. Así que no debe tener muchos problemas para subirse de nuevo al cartel electoral si no hay interferencias extrañas. Otra cosa es que la convulsa política nacional, las arriesgadas decisiones que toma Pedro Sánchez para mantenerse en el poder o las dudas sobre la calidad de los principales candidatos municipales dificulten un buen resultado electoral, llegar a los ocho o nueve escaños que auguran las voluntariosas y reconfortantes encuestas que maneja la cúpula socialista.
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