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Estamos acercándonos al fin de la pandemia o, por lo menos, a un punto de aceptable control? Muchos cántabros ya habrán recibido al menos una dosis de alguna de las vacunas y, los que no lo hayan hecho aún, tendrán a familiares y conocidos que ... sí. El sentir general es que esto por fin coge ritmo. Porque ponerse la vacuna otorga un cierto sentimiento de alivio y genera una sensación de que se acerca el final de la pandemia, de la pesadilla que durante más de un año nos ha tenido atemorizados y condenados a unas restricciones sin que fuéramos culpables de nada.
Pero ahora el problema radica en algunos que, una vez vacunados (aunque sea con una sola dosis), se creen ya invulnerables y que no pueden generar ningún riesgo para los que les rodean (craso error). Y otros que, hartos de la fatiga pandémica, se han tomado con cierto libertinaje el final de muchas restricciones que hasta ahora no les había permitido hacer según que cosas.
Lo cierto es que conforme avanza el proceso de vacunación se afianza la sensación colectiva de que deben terminar ya las medidas restrictivas, o al menos relajarse aún más y más rápido. Incluso nuestros gobernantes parecen estar en ello anunciando el próximo final y un posible verano cuasi sin ninguna restricción. Ahora bien, llegados a este punto de la pandemia, con esos niveles de vacunación, la pregunta es ¿qué hacemos ahora? Ciertamente creo que todos compartimos que en algún momento más o menos próximo la pandemia estará prácticamente desaparecida en Europa y algunos otros países desarrollados. Pero aún queda un lapsus de tiempo indeterminado en que nos encontramos en una situación de cierta incertidumbre que no permite simplemente quedarse parados observando, sino que obliga a poner en marcha algún tipo de estrategia. En este sentido caben tres posibilidades:
Una primera opción sería, una vez protegidos los mayores y los colectivos más vulnerables con las vacunas, buscar la inmunidad de rebaño pura permitiendo los contactos entre los jóvenes, eliminando todas las restricciones. Lógicamente ello conllevará contagios entre los jóvenes y por ende una inmunización 'natural', favoreciendo que la inmunidad de rebaño se consiga antes si seguimos con un ritmo alto de vacunación entre los de edad media. El riesgo de ocupación de las UCI y de fallecimientos sería bajo a tenor de la información que tenemos de menor afectación clínica en este colectivo. Esta opción permitiría la recuperación de toda la actividad económica incluso antes del verano.
Una segunda opción consistiría en seguir manteniendo las restricciones, continuar con el control de fronteras y acelerar la vacunación hasta lograr una incidencia muy baja o casi nula y entonces relajar las restricciones. Es el modelo seguido por algunos países. Sin embargo, hay datos que sugieren que estas iniciativas de grandes restricciones en realidad solo consiguen logros con altos niveles de vacunación. La recuperación de la actividad no sería tan rápida en esta opción, al contrario.
La tercera opción consistiría en un mix entre ambas: un modelo también de convivir con el virus como en la primera opción, pero acelerando la vacunación todo lo posible (incluyendo el inicio de vacunación también en adolescentes) y, al mismo tiempo, relajando muchas de las medidas restrictivas. Ello conlleva también asumir que, aunque en menor medida, una parte de la población (la más joven) tendría con dicha relajación de medidas más posibilidades de contagios, pero permitiría una más rápida recuperación de la actividad casi total a lo largo del verano, incluso antes al mezclar inmunidad natural con inmunidad inducida por vacunas.
Pero claro, optar por cualquiera de las opciones requiere, además, asumir los riesgos que supone acertar o no con el momento en que resulta menos arriesgado relajar las medidas. Y aquí no hay consenso técnico, por lo que la decisión es más política. Ello requeriría un debate serio, riguroso y urgente, que en Cantabria se nos ha hurtado por parte del Gobierno porque las decisiones están tomadas de cara a la temporada de verano. Pero si la opción es la tercera como parece no tendría mucho sentido por ejemplo suspender muchos eventos de fiestas patronales o los conciertos en las playas o seguir con grandes restricciones en hostelería, eventos y espectáculos. Aunque lo más importante en este momento, una vez tomada la decisión, es que nuestras autoridades sean coherentes con la estrategia adoptada, cuestión que ofrece dudas a tenor del vaivén de sus últimas decisiones.
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