Putin, Putina y otros apellidos

La legislación española, una de las más democráticas del mundo, permite desde 2017 que el primer apellido de los hijos sea el del padre o el de la madre, el que estos elijan. Pero cinco años de vigencia de la ley parece un tiempo insuficiente para cambiar una costumbre arraigada, y hasta diciembre de 2021, fecha de los últimos datos disponibles, no se registraba un aumento significativo del número de niños que llevaran el apellido materno en primer lugar. Un ejemplo contrario, por estricto, es el islandés. Los apellidos en la isla derivan del nombre del padre o de la madre, pero no les permiten llamar a sus hijos como deseen, sino que el nombre elegido debe figurar en una lista autorizada. Si intentan salirse de la norma deben someterse al criterio de un polémico comité, que vela por la defensa de la lengua y el sistema patronímico, y tiene la última palabra.

En Cantabria, como en el resto de España, aunque muchos apellidos provienen también de nombres -Ramírez de Ramiro, Benítez de Benito, Álvarez de Álvaro, Hernández de Hernán, Sánchez de Sancho-, el origen es diverso. Los más comunes son los de Fernández, García, González, Gutiérrez, Gómez, Pérez, Ruiz, Martínez, López y Rodríguez, al igual que en el conjunto del país, con escasas variaciones con respecto a otras comunidades autónomas. Entre los apellidos originarios de Cantabria, algunos de ellos endémicos y exportados después por los procesos migratorios a diferentes puntos de España y de América, figuran Ortiz, como el más extendido; Cobo, Diego, Lavín, Corino, Castillo, Teja, Cuesta, Crespo, Abascal, Arozamena, Muriedas, Ceballos, Calderón, Salas, Trueba, Mier, Ibáñez, Sañudo, Bárcena, Casuso y muchos más.