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Transcurridos 10 años, hoy nadie pone en duda que el 15M marcó un antes y un después en nuestra democracia, hasta el punto de que muchos le achacan los actuales problemas de gobernabilidad. Aquella explosión social fue producto de un caldo de cultivo previo: ... corrupción, crisis, descontento social, desafección hacia la política partidista... Y contribuyó a modernizar nuestra sistema democrático -con un atraso de 40 años respecto a las democracias occidentales-mediante el surgimiento de una serie de fenómenos que en otros países aparecieron en los años 60-70 y fueron denominados como 'nuevo paradigma político' o 'nueva política': nuevos movimientos sociales -al margen de partidos y sindicatos- protagonizados por jóvenes, con reivindicaciones tradicionalmente marginadas de la agenda política y mediática; nuevas formas de protesta no violenta al margen del voto y búsqueda de nuevos cauces participativos; descenso en la identificación ciega con un partido y aparición de partidos alternativos a los clásicos...
Además de acabar con un bipartidismo de facto, el 15M inauguró en España unas formas de hacer política que influyeron en posteriores iniciativas ciudadanas -como las distintas mareas o los nuevos movimientos contra el patriarcado (neofeminismo) y el calentamiento global (Friday For Future)- y que se podrían caracterizar mediante la metáfora del 'enjambre': un tipo de ciberactivismo que, a la militancia revolucionaria e hiperideologizada de antaño, le opone una forma de organización en red, más laxa y abierta, que no dispone de cabeza visible -imposible de decapitar- y en la que los activistas entran y salen constantemente, adquiriendo distintos grados de responsabilidad según el momento y su disponibilidad, convocándose y organizándose merced a las nuevas tecnologías, incluso a nivel global.
También contribuyó a despertar a una sociedad civil aletargada, formó en democracia y espíritu crítico, generó interés hacia aspectos colectivos ampliando el campo de la política más allá de las instituciones, e implicó a muchos jóvenes y ciudadanos sin experiencia activista previa, asestando un duro golpe al paradigma del experto, según el cual solamente deben hacer política los profesionales de la misma, e informar a los profesionales de los medios. Todo ello se viene traduciendo en el crecimiento de una masa crítica ciudadana (demócratas insatisfechos) que intenta influir en las anquilosadas estructuras del viejo sistema democrático liberal-representativo, para incrementar sus niveles de responsabilidad ante la ciudadanía ('accountability') y de receptividad y sensibilidad hacia sus demandas e intereses ('responsiveness').
Al igual que ocurrió con la contracultura del 68 (el 15M fue nuestro mayo francés, con 40 años de retraso), dio paso al surgimiento de nuevos partidos, que pretendieron erigirse en la voz de estos movimientos ciudadanos en el Parlamento. Y ello pese a que, precisamente, el 15M se postuló como un movimiento apartidista y reacio a cualquier organización jerárquica y auspiciada por un líder monocrático, como sería el caso de Podemos. Como le ocurrió en sus inicios a los partidos Verdes, esta situación híbrida entre partido-movimiento generó no pocos conflictos internos en estas nuevas formaciones alternativas españolas
Y, al igual que en la contracultura del 68 y en los movimientos alterglobalizadores, esta indignación esperanzada del 2011 contribuyó también al auge de otros partidos y movimientos ciudadanos antagónicos (indignación reaccionaria), como sería el caso de Vox, que defienden valores ultraconservadores y pretenden restablecer la ley y el orden, para lo cual adoptan técnicas de protesta ciudadana, escraches e incluso un discurso populista y antisistema, inspirados en el 15M.
De este modo y paradójicamente, tras la irrupción de los inclusivos movimientos de indignados que nos impelían a buscar lo que nos une como ciudadanos frente a los poderes que nos gobiernan («somos el 99%», «no somos mercancía en manos de políticos y banqueros»); lo cierto es que nuestra sociedad se halla hoy más polarizada que nunca y la desafección y el rechazo a la política partidista es aún mayor que hace una década. Y además sigue muy vigente uno de los problemas que considero consustancial al nacimiento del 15M: el grito ahogado de una juventud defraudada y marginada que se resiste a ser generación perdida. De ahí surgió la protesta pacífica del 2011 por parte de lo que denominé Generación IN: jóvenes 'in-quietos', 'in-ternautas', 'in-dignados' ante su 'in-estabilidad' vital. Protesta que puede radicalizarse en un futuro, por parte de una Generación Pandemia, cuyos índices de frustración y anomia se ven incrementados por las consecuencias de la crisis sanitaria actual. ¿Será entonces que el 15M lo removió y puso patas arriba todo, salvo el sistema al que se oponía, y al que no logró modificar, sustancialmente, en nada?
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