¿En qué quedamos?
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ANÁLISIS ·
La definición sobre si la situación económica actual es buena o mala provoca opiniones diversas y distantesVivimos unos de esos momentos en los que no sólo es difícil predecir el futuro, sino que la mera definición del presente provoca opiniones diversas y distantes. Veamos. Esta misma semana se han publicado encuestas en las que dos tercios de la población opinaba que ... la situación económica es mala o muy mala, mientras que el Gobierno asegura que es buena y mejora. Pero no es sólo el Gobierno quien lo dice, hay bancos y casas de análisis que lo ratifican. Lo han hecho hace pocos días entidades tan importantes como Caja Laboral o CaixaBank. ¿En qué quedamos? ¿Estamos bien o mal? Porque parece que las dos cosas no pueden ser.
Los partidarios del optimismo se fijan en cuestiones importantes como el crecimiento de la economía, que ven fuerte, o la creación de empleo, que consideran sólida. Además, no les preocupa la subida de los precios, que auguran transitoria, ni el descalabro del déficit y el amontonamiento de la deuda pública, que suponen fácil de financiar.
Me imagino que ya habrá adivinado que, al ser Gran Maestre de la Orden de los Cenizos, si me hubiesen preguntado en la encuesta, yo hubiese opinado con la mayoría. Me explico. El crecimiento es sólido, pero ¡sólo faltaba!, después de haber vivido un desplome económico únicamente comparable con el de la Guerra Civil. Crecer un 5% es una barbaridad... cuando partes de la superficie; si sales de una profunda sima tan sólo supone que vas reptando con pena hacia la superficie. Además, el crecimiento está siendo menor de lo esperado y todos -salvo el Gobierno empecinado- los que opinan al respecto se han visto obligados a rebajar las expectativas. No le digo nada si las nuevas variantes del covid, que se presentan terribles, nos imponen nuevas limitaciones a la movilidad.
El empleo está bien y se encuentra cerca de alcanzar los niveles precrisis. Con algún matiz. Por ejemplo, que entre los asilados en los ERTE, que no computan en el paro, a pesar del tiempo transcurrido, y los autónomos con prestación tenemos varios cientos de miles de personas en una especie de limbo laboral. Sin olvidar que la situación es diferente entre el empleo público, que crece y crece sin cansancio, y el privado, que no se recupera tan bien.
Lo de la inflación es más peliagudo, pues me parece que va a ser la variable fundamental de esta nueva época que puede condicionarlo todo. ¿Por qué suponen los optimistas que la actual subida de precios será efímera? Ni idea. Yo sólo veo por todas partes a los agricultores, a los fabricantes y a los distribuidores alarmados por la compresión de los márgenes entre unos costes que suben de manera escandalosa y unos precios que cuesta un mundo retocarlos al alza. Esta inflación no es de demanda, ¡lástima!, sino de costes y, por tanto, más difícil de parar.
Si el gas y la electricidad han tenido un papel determinante, ¿se van a moderar? No lo sé, pero no lo creo. Les estamos enviando a los países productores de oil&gas un mensaje curioso. Les decimos: «Hemos decidido preocuparnos en serio con el cambio climático y vamos a acometer una severa reducción de las emisiones de CO2 mediante la eliminación de los combustibles fósiles. Pero vamos a tardar un rato en cumplir los objetivos y en este tiempo seguimos necesitando que nos vendáis gas y petróleo». ¿Cuál será su conclusión? Pues supongo que algo así como: «Vale, pero os vais a enterar. Os vamos a cobrar en estos años de ajuste lo que dejaremos de cobraros cuando dejéis de comprarnos». ¿Exagero? Ojalá.
Y nos queda el espinoso asunto de las cuentas públicas. Yo baso mi cenicez en una constatación tan simple como desagradable. Si retiramos una sola pieza del puzle de la economía española de hoy en día, quebramos de inmediato. ¿Cuál es esa pieza? Pues el Banco Central Europeo, que nos compra toda la deuda que emitimos para obtener el dinero que necesitamos para pagar los innumerables gastos en los que incurrimos. Y ello sin exigirnos interés. ¿Hasta cuando será así? ¡Uy! Qué pregunta más impertinente. Sinceramente, no esperaba eso de usted.
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