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Esta España mía, esta España nuestra. Así cantaba Cecilia, con esa voz única y maravillosa, hace ya muchos años.
Gracias a estos tiempos de videoconferencia en pandemia, de cercanía digital a través de una pantalla, he tenido la suerte de hablar con decenas de personas ... de casi todos los rincones de nuestro país y es sensacional, al hacer esta reflexión, todo lo que se aprende compartiendo y entendiendo las diferentes visiones de cada región. Soy uno de los pocos afortunados que por placer o por negocio he pisado todas las capitales de provincia; es decir que sobre el terreno, nunca mejor dicho, conozco bien las calles, las gentes, los modos de ser tan diferentes que conducimos matriculados con la E de España.
En esas recientes conversaciones podía estar hablando con un gallego de Santiago, un asturiano de Oviedo, una maña de Zaragoza, un catalán de Tarrasa, un andaluz de Sevilla o de Málaga, un extremeño de Badajoz o un castellano de Salamanca, Valladolid o Ciudad Real y tantos otros. Y ¿qué es lo más peculiar que he percibido? Pues que en ningún momento nadie se plantea su lugar de origen como un objeto de agresión hacia el otro para marcar su territorio, que la España desdibujada y rota que nos pintan los políticos 'indepes' y sus compañeros de interés, no tiene nada que ver con la vida diaria de los que nos ganamos la vida trabajando y aportando valor a los demás, sean de donde sean y vengan de donde vengan. He constatado que es muy hermoso como defendemos con elegancia y añoranza nuestra gastronomía, los lugares más hermosos, las tradiciones más ancestrales o las expresiones castizas de cada pueblo, de cada región. Nos une el deseo de tomar unas cañas juntos, de la diversidad de la rivalidad de unos equipos de fútbol, de la invitación a conocer nuestra tierra, de la siesta, de las fiestas de cada lugar, de los fríos, de los calores y de todas las peculiaridades del trabajo que representamos.
Mi querida España es la de tantas personas que nos sentimos unidas sin explicitarlo, sin tener que sacar la bandera a la pantalla del ordenador para marcar territorio. Es la España de las autononuestras, es la que defiende el sentido de unidad, como acaba de suceder con Ucrania, con su terrible guerra y la no menos terrible diáspora de todos los refugiados. Sobre todo, este tiempo, me ha servido para darme cuenta de que es mucho más lo que nos une que lo que nos pretenden desunir; que estamos sujetos por raíces de cientos de años que ningún malhadado podrá destruir o romper, pese a que nos provocan en beneficio de su posición interesadamente deshonesta. Qué ganas de decir y digo: Viva España.
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