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Devoré sus libros en la Universidad de Barcelona. Mi tesina (y posterior libro) sobre 'La Contracultura' hubiera sido impensable sin su obra. Porque Luis Racionero fue quien introdujo en España el pensamiento de aquel movimiento juvenil que, a finales de los 60, ponía en jaque ... el 'American way of life', se negaba a ir a Vietnam, ocupaba las principales Universidades del mundo, disfrutaba– a menudo la vez- de la trilogía de 'sex, drugs y rock and roll'; y desarrollaba una revolución cultural y pacífica mediante la creación de 'contra-sociedades' donde ensayar las nuevas formas de vivir, producir y consumir.
Racionero vivió dicho movimiento desde su epicentro, gracias a una beca que le permitió cursar un máster de Urbanismo en Berkeley. En aquella España franquista y autárquica en la que los jóvenes apenas tenían contacto con el extranjero, fue un verdadero privilegiado y lo aprovechó. El viaje le cambió para siempre: llegó a USA hecho un yuppie empollón, y volvió hecho un hippy bohemio. Según contaba, al principio «daba bastante la nota» por su aspecto convencional, hasta que -poco a poco -se fue integrando en el ambiente, algo que supo que ocurrió cuando, paseando por la calle, empezaron a saludarle con un «¿qué pasa, hermano?», o a ofrecerle yerba.
Aquellos acontecimientos en el San Francisco del 68 eran tan intensos, y el tiempo se hacía tan relativo bajo los estados de conciencia de las filosofías orientales y psicodélicas, que cada año vivido allí había que multiplicarlo por tres , en cuanto a experiencias y aprendizajes se refiere.
Así, tuvo ocasión de conocer y relacionarse con activistas como: Marcuse, Angela Davies, Allen Ginsberg, Ferlinghetti, Roszack, Allan Watts o Tim Leary; con grupos como los Panteras Negras, Yippies, Mime Troupe, o los Frentes de Liberación Gay y Feminista; y de disfrutar de los conciertos de Janis Joplin, Grateful Dead, Bob Dylan, Rolling Stones o Ravi Shankar, el músico que introdujo a los Beatles en la filosofía y música de a India. Al igual que estos, Racionero descubrió la espiritualidad a través del orientalismo y las experiencias visionarias. Y también su ideología se transformó al abrazar las ideas anti-autoritarias y ecologistas del movimiento.
Tras flotar unos años en los paraísos artificiales hippies, la vuelta a la gris y tardo-franquista España le resultó demoledora, según me confesó al entrevistarle para mi primer libro: «Aquí los progresistas estaban en pleno comunismo. Yo les debía parecer que hablaba en chino. Y mi sentimiento era: ¿qué les pasa a estos tíos, es que no se dan cuenta? Pero aquí todo estaba mediatizado por la dictadura, la preocupación se centraba en quitar a Franco, más que en un cambio cualitativo de la sociedad de consumo».
De aquella experiencia contracultural nacen sus ensayos más sugerentes y «rompedores»: Memorias de California, Ensayos sobre el Apocalipsis, Filosofias del Underground, y quizá la obra más elaborada de cuantas recogen su ideario contracultural: 'Del paro al ocio' (Premio Anagrama de Ensayo), donde abogaba por utilizar la revolución tecnológica para reducir la jornada laboral y repartir el empleo, de modo que la sociedad del paro, el productivismo y el crecimiento ilimitado diese paso a una sociedad basada en el desarrollo sostenible, el urbanismo humanista y el ocio creativo. Estos aspectos los importa Racionero décadas antes de que aquí se popularizasen términos como ecologismo, feminismo, pacifismo, orientalismo, antipsiquiatría, revolución sexual, nuevos movimientos sociales o decrecimiento.
A su vuelta, la sensación de soledad y su 'jet lack espiritual' se suavizó, gracias al contacto con los movimientos alternativos de la Barcelona de los 70, que le llevó a convertirse en el referente intelectual de la legendaria revista Ajoblanco o la vanguardista editorial Kairós, a vivir en comuna, y a crear su propio oasis contracultural en el bello Empordà catalán.
Con el paso de los años, esas actitudes outsiders, anti-consumistas y anti-sistema se fueron atemperando a medida que crecía su faceta de «bon vivant, ilustrado y refinado», como refleja Pepe Ribas en su libro 'Los 70 a destajo', cuando revela que Racionero les comunicó que abandonaba Ajoblanco, si no se atenían a sus crecientes exigencias económicas.
Con el fin del sueño contracultural, inició una andadura que, a los ojos de sus amigos hippies, quizás se hubiera tachado de «venderse al sistema», lo que le llevó a flirtear con partidos políticos (desde ERC hasta el PP, pasando por el PSC); a conseguir prestigiosos cargos institucionales (como la dirección del Colegio de España en París y de la Biblioteca Nacional); y a protagonizar algún episodio polémico (como dos acusaciones de plagio)
La figura de Racionero, en definitiva, aglutina luces y sombras de aquella generación del 68: creativo, brillante, visionario, contradictorio, culto, presentista, narcisista y ególatra, amante de la libertad personal hasta caer en el individualismo, siempre librepensador... Su reciente fallecimiento no debe apenarnos, conforme a su filosofía oriental que concibe la muerte como un tránsito. Seguramente preferiría que nos despidiésemos releyendo su obra y, al estilo de los 60, deseándole aquello de «¡have a nice trip!».
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