Víctimas

Causa perplejidad la habilidad de quien se cree capaz de clasificar víctimas de Champions, Primera, Segunda y las que ni siquiera cuentan, expertos que las ordenan como si fueran cabezas de ganado o aves de corral hasta diferenciar la víctima-víctima, habitualmente próxima a su pensar o contexto vital, la medio-víctima, víctima por su dolor, menos por 'haber empezado los suyos', la paniaguada de situación comprensible porque 'algo habrá hecho', la que no alcanza tal condición porque 'se lo merece', hasta la que ni siquiera tiene derecho a una foto, noticia o lágrima, olvidando que las víctimas no admiten grados, no tienen justificación, ni hacen méritos para ello. Son víctimas por sufrir la injusticia causante de dolor. El drama de la víctima no conoce atenuantes, sólo sabe de agravantes.

Toca exigir dignidad universal, combatir la producción de víctimas. Quizá suene poco ambicioso, pero supone llamarlas por su nombre, víctimas, retrato de la crueldad, de la maldad que denigra la dignidad de todos, del doliente, del victimario y también, del espectador cómplice. No cabe la equidistancia, supone posicionarse de su lado, de las víctimas a secas, de todas, para enterrar el 'y yo más', los 'míos, mucho más', y 'tú, menos', para acabar con el campeonato que mide quién pone más cadáveres sobre la mesa.