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Un día estaba tomando un café en la barra de un bar cuando vi que una persona se iba sin recoger su móvil depositado en el mostrador, a lo que reaccioné inmediatamente diciendo: «Oiga se deja usted el móvil, aunque para lo que abusivamente sirven...», ... a lo que la persona replicó: «Gracias, cierto, pero su efecto es imparable». Y así ha sido. Esta difusión desbordante en la inundación que estamos viendo de la telemática, la tecnología y la informática en todos los medios de información, cinematografía y tele- visión llega de manos del salvaje capitalismo imperante en el mundo Occidental. Sus efectos causan una desaforada invasión del ambiente gestante del desarrollo humano. Los efectos en el desarrollo comercial, productivo y pedagógico, en el entorno del desarrollo expansivo humano tienen, a mi modo de ver, imprevisibles consecuencias en cuanto al impacto que están produciendo en el entendimiento humano.
Para poner en evidencia lo que hemos bosquejado hasta aquí, baste una rápida exposición de cómo nos hemos estado desarrollando en el progreso de la civilización hasta unos lustros anteriores al estado actual de la situación cognoscitiva.
En la etapa anterior a la aparición de la electrónica, en el campo de las componentes nutrientes del desarrollo tecnológico actual, nuestra apreciación del entorno se desarrollaba al ritmo que nuestra genética nos permitía captar. Las imágenes y datos con que nos comunicábamos con el entorno se producían al ritmo natural de nuestro cerebro y solamente esta captación era superada por trágicos cambios bruscos en la información que recibíamos y, normalmente estas secuencias sucedían en las caóticas apariciones de accidentes dolosos.
Hasta aquí creo yo que nadie discutirá la lógica de lo que estoy exponiendo, pero he aquí que la tecnología empezó a permitir impactos nocivos en la llegada a nuestro cerebro de la información que percibimos de nuestro entorno. El control del envío de señales de comunicación queda en manos de entes productivos manejados por la potencia creativa de las poderosas tecnologías de la informática y la electrónica, embarca a la comunicación en herramientas capaces de desbordar la capacidad cerebral de asimilación y conocimiento, impacta en nuestras neuronas y anula su capacidad de gestión y discernimiento racional. Además, provoca estímulos de ansiedad y necesidad involuntaria de consumos intencionadamente pergeñados para motivarnos a la demanda de bienes y servicios sin solución de continuidad, con el consiguiente impacto en la compra venta de productos en el mercado, lo que acelera el motor del consumo como medio de supervivencia y satisfacción personal. De esta observación subyace el efecto supresor de la capacidad de análisis cerebral y racional, que deposita nuestras exigencias de satisfacción personal en hábitos impulsivos sin digestión cerebral, o lo que es lo mismo, causa un impacto irracional en las capacidades personales que irá anulando la actividad cognoscitiva del cerebro humano, lo que, en mi opinión, a medio plazo redundará en un deterioro de nuestra capacidad cognoscitiva y la evolución Darwiniana producirá seres capaces de ejecutar acciones programadas como piezas de un engranaje social encauzado a la producción sistemática de bienes y servicios con la lógica pérdida de las capacidades creativas y de motivación de los valores decisorios personales.
Lo expuesto nos lleva a la necesidad de una tesitura intervencionista y reguladora de la actividad productiva en el mundo entero, de forma y manera que los hábitos productivos se orienten hacia una conservación de la especie humana y a detener los impulsos frenéticos que el capitalismo imperante está provocando en el concierto mundial de la actividad humana. Tal actuación reguladora tendrá miras puestas en la perpetuación de la especie en términos contrarios a lo que nos conduce el desenfreno de las actividades comerciales motivadas por la expansión sin límites del capitalismo imperante. Las acciones que, creo, deben regularse por los Gobiernos son:
Un control de los ritmos de producción de las imágenes en el dominio de la actividad tanto comercial como de ocio, de manera que las señales lleguen al cerebro respetando su capacidad de asimilación, análisis y digestión de los productos que quieren hacerse llegar a la decisión de aceptación o rechazo de los mismos.
Un control de los contenidos ideológicos o divulgativos del conocimiento sobre las diferentes facies de la Naturaleza, la Astronomía o las Artes, de manera que se haga totalmente nítida la diferencia entre la presentación de los fenómenos de apreciación real: el Cosmos, las teorías que desarrollan las Ciencias o la Historia, y aquellas creaciones personales que quieren presentar las facies expuestas a la asimilación personal mediante efectos especiales que, según sus creadores individuales, podrían dar carácter real a la exposición de las misma. En la forma expuesta pienso que la evolución Darwiniana se desarrollará en sentido perfeccionador y no en sentido decadente, como creo que ya está sucediendo.
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