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Decía Vicente Verdú en su libro 'El fútbol: mitos, ritos y símbolos' (1980) que, con frecuencia, en los mitos, quien se erige en salvador es alguien venido de fuera. Por eso el héroe suele llegar de un lugar remoto, desde un más allá para conducir ... al pueblo (o al equipo) hacia un destino eternamente preparado. Pero en la temporada 1980-81 los héroes estaban en casa. El club acumulaba deudas que presentían su posible desaparición y no había dinero para fichar, así que se recurrió a la cantera para hacer la plantilla. Sin embargo, entre la veintena de futbolistas cántabros aglutinados por Manuel Fernández Mora, hubo algunas valiosas incorporaciones de fuera de Cantabria que contribuyeron al éxito del ascenso a Primera, como la de Juan Carlos Verón Ramos (Buenos Aires, 1956), que fue en esta ocasión un héroe argentino entre héroes cántabros.
Verón llegó a Santander en 1980 en plena pretemporada, tras haber jugado en su país en el CA Atlanta (1974-75) y CA Temperley (1976-80). Dos días después de aterrizar, ya se vistió con la camiseta racinguista para jugar un amistoso contra el CD Logroñés en La Rioja. Fue un buen comienzo, porque el propio Verón marcó el gol que supuso el empate final. Era un delantero fajador, incansable, que no daba ningún balón por perdido y además encaraba con facilidad la portería contraria y marcaba goles.
Su estreno oficial fue el 7 de septiembre de 1980, en los Campos de Sport. El Racing empató a un gol ante el Atlético Madrileño, alineando a Alba, Chiri, Sañudo, Villita, Preciado, Ruisoto, Quique, Piru; Pachín (Mantilla), Verón y Alarcón. Desde el principio, el equipo comenzó a situarse en las posiciones más bajas de la clasificación y su juego era desesperante. Después de seis jornadas, no había ganado ningún partido y sólo había obtenido tres goles, en el empate en El Sardinero contra el Atlético Madrileño (1-1) y los dos de su derrota en los Campos de Sport contra el Burgos (2-3). Precisamente en este partido Verón marcó su primer gol en partido oficial en España. El conjunto cántabro iba perdiendo (1-2) y se jugaba el minuto 31 de la segunda parte cuando Manolo Preciado lanzó un balón largo sobre el área, que Amarilla cabeceó hacia el punto de penalti. Allí, Verón, bien situado, empalmó un disparo sin dejar botar el balón que hizo inútil la acción del portero. Lástima que a falta de dos minutos un error defensivo inclinó la victoria a favor de los castellanos (2-3).
Verón había saboreado el gol y sin duda contribuyó a que las cosas cambiaran a partir de la jornada siguiente. De un fútbol soso, aburrido, desesperante y sin remate, se pasó a otro ambicioso, dinámico y muy provechoso a la hora de llegar a la portería contraria. Este cambio tuvo lugar en Elche, con un Racing desconocido que se devoró al equipo local con un excelente juego y una victoria sin discusión (0-4) en la que Verón fue fundamental. Se hablaba en la prensa de «explosión racinguista», que estalló en el minuto 31 de la primera parte cuando, precisamente, Verón aprovechó un fallo de la defensa ilicitana en un contraataque racinguista que supuso el 0-1. Ya en la segunda mitad, el argentino, nuevamente, envió el balón a la red tras un pase de Alarcón y con el Elche intentando acortar el resultado, el Racing remató el partido con un tercer gol marcado por Alarcón a pase de Verón y un cuarto obra de Amarilla.
Los cuatro tantos que se marcaron aquel día darían origen a una racha de cuatro victorias consecutivas donde se marcaron once goles, sin que se recibiera ninguno. A partir de ese momento, el Racing se convirtió en uno de los candidatos al ascenso. Aunque la igualdad en las primeras posiciones era mínima por parte de siete equipos, el Racing logró llegar a la última jornada dependiendo de sí mismo. Su rival fue el Levante, que había fichado al astro holandés Johan Cruyff, que no jugó aquel partido al carecer de opciones de ascenso. El gol de Quique Setién rematando en plancha un centro de Herrero daría la victoria y un nuevo ascenso del Racing a Primera División.
Después del ascenso, el argentino culminaría sus mejores temporadas en el Racing en Primera División. Fue el máximo goleador de su equipo (12 tantos) en la temporada 1981-82 y recibió el Trofeo Chisco de RNE como mejor jugador en la temporada 1982-83. Marcó 32 tantos en 151 partidos con el Racing. Luego jugaría en el Mallorca (1983-85) y Deportivo de La Coruña (1985-87), antes de volver al Racing (1987-89), siendo uno de los pocos jugadores que tuvo la oportunidad de jugar en los dos estadios que ha tenido el club. Tras su etapa en España regresó a su país para jugar en el Deportivo Mandiyú (1989-90) y el Temperley, donde se retiraría en 1994, recordando desde entonces su feliz experiencia racinguista en Santander, ciudad que considera su segundo hogar.
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