Brillos de Navidad

Yo lo estoy viviendo en Galizano, donde la junta vecinal presidida por Marta Sáenz ha convocado un concurso de adornos navideños en los barrios del pueblo que ha revolucionado las casas de los vecinos y, sobre todo, las del barrio Romano, el más singular del pueblo que lleva el nombre del puente romano sobre el río Herrero, que aquí se llama también Romano, y que antes de desembocar en la playa aún moja el antiguo molino. Dicen que el puente fue construido en tiempos del imperio por un tal Gallitius que dio nombre a Galizano, y que este barrio ha mantenido siempre una cohesión vecinal que hasta hace décadas se mantenía con las pesquerías que se organizaban para celebrar las capturas de la costa. Pero con el paso del tiempo esa convivencia se adormeció, hasta que el concurso lo ha despertado.

Niños, adultos y mayores se han unido para trabajar en la decoración del barrio. Las luces del puente dan ahora la bienvenida a las casas y jardines iluminados. Los árboles tienen frutas de colores brillantes. Tres reyes llevan regalos hacia el portal que abren dos siluetas de damas danzantes montañesas. La madera, los dibujos y las estrellas han embellecido el entorno, pero lo mejor ha sido la reflexión de la chocolatada preparada por Luchy Muñoz en una antigua cuadra para celebrar, entre alegres conversaciones de ochenta vecinos, el trabajo artesanal realizado y la recuperación del valor de la comunidad y la creatividad colectiva.

Este concurso ha embellecido Galizano y su barrio Romano, pero también ha devuelto la magia perdida de la verdadera Navidad, que no es cuestión de luces comerciales, sino de la manera en que elegimos brillar.