La búsqueda enfangada

Tras la avalancha de barro del pasado día 3 en Paiporta, por fin reaccionaron las autoridades, porque una cosa es que el agua y el fango inunde las calles, destruya todo lo que se interponga en su camino o arrastre a las personas convirtiéndolas en cadáveres, y otra que ensucien la ropa de pasarela del presidente Sánchez. El primero que dio la voz de alarma fue el ministro de Transportes, Óscar Puente: «Ultras», dijo. La coordinación que tanto se ha echado de menos en las tareas de salvamento, sí parece que funciona a la hora de las consignas políticas. El Gobierno de España elevó los incidentes como si de un atentado se tratara. «Elementos marginales», los definió Sánchez. También el ministro del Interior, Grande-Marlaska, utilizó el término «ultras» para señalar a los culpables de lo sucedido. Así que había que buscarlos, detenerlos y confirmar la teoría, mejor dicho, el bulo gubernamental de la presencia de ultras.

Ya se han hecho las primeras detenciones, entre ellas la de un hombre que golpeó el coche del presidente con una escoba. Ningún ultra entre ellos, nada más que personas normales, pero indignadas. El grupo de élite de la Guardia Civil, especializado en sectas, movimientos racistas, xenófobos y antisistema, sigue buscando ultras. Órdenes, son órdenes. Ya verán cuando descubran que son afiliados del PSOE de Castilla-La Mancha, me dice una amiga socarrona.