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Hay gestos que son difíciles de interpretar. Por ejemplo, los efusivos golpes en la espalda de muchachotes que se empeñan en medir el cariño que te profesan con la potencia de sus palmaditas. En realidad, son expresiones de amistad que, si estuviéramos jugando al fútbol, ... podrían ser castigadas con penalti y expulsión. Además, mientras aún intentas sostener el equilibrio ante el impacto, el tipo te remata con un abrazo que te espachurra los huesos gritándote al oído lo contento que está por haberte visto después de tanto tiempo. Tras recuperarte del encuentro, uno comienza a sospechar de la impertinencia cuando no reconoce al sujeto en cuestión y le pregunta: «¿Nos conocemos?». Y entonces, el muchachote, con aires de disimulada indignación, me responde con un cachete: «Pero cómo no me vas a conocer. Soy Daniel Viondi, el de los cachetes a Martínez-Almeida».

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