El país de Uqbar existe

En este país que ya presintió Jorge Luis Borges en sus 'Ficciones' (1944), la sociedad impone el juego de la dialéctica, el lenguaje y la interpretación por encima de la realidad misma. Por eso las lenguas espabiladas y los mentirosos manejan los hilos de la veracidad. Los jueces son fascistas, la corrupción siempre es ajena y si es propia se exalta en los congresos del partido maquillándola de martirio. La mujer del César ni es ni lo parece, aunque viva en un palacio que no está pagado con dinero defraudado, ¿o sí?

Los narcotraficantes persiguen en lanchas a la Policía que la ley desarma para proteger a los violentos. Se promueve la libertad amordazando a los discrepantes, los terroristas dicen respetar los derechos humanos, los puteros reclaman la abolición de la prostitución y los defensores de la mujer son acosadores encubiertos por legisladoras feministas que liberan a violadores condenados. Los okupas son dueños de las casas, se margina el idioma común y se propagan lenguas que construyen torres y muros de Babel para fomentar ¿el entendimiento? El trabajo es un derecho exclusivo de acólitos al poder, las negociaciones laborales se rigen por el monólogo social y los sindicatos aseguran que la productividad mejora con el aumento salarial y el recorte de las jornadas de trabajo.

Dicen que el país de Uqbar surgió cuando la democracia se fio de las promesas electorales. Cuando estas se quitaron el disfraz, las mafias y sus chantajes camparon a sus anchas y la sustituyeron por la república de los despropósitos. Pero él sigue siendo el rey.