Presidentes con mala suerte

Desde que existe Constitución en España (1812) ha habido cinco asesinatos de presidentes de Gobierno. El primero fue el de Juan Prim (1870) que tras el fracaso de la Revolución Gloriosa de 1868 restauró la monarquía con Amadeo de Saboya. El principal sospechoso y condenado fue un diputado que acusaba a Prim de haber traicionado los ideales de aquella revolución. El segundo magnicidio fue el de Cánovas del Castillo (1897), tiroteado por un anarquista mientras leía el periódico en un balneario de Mondragón. La tercera víctima fue José Canalejas (1912), al que disparó otro anarquista mientras miraba los libros de un escaparate a escasos pasos de la Puerta del Sol. El cuarto asesinato fue el de Eduardo Dato (1921), abatido cuando salía del Senado por pistoleros vinculados con el sindicalismo de Barcelona. Algunos de sus asesinos huyeron a Rusia y otros, condenados, serían amnistiados por el Gobierno de la II República. El quinto fue el santoñés Carrero Blanco (1973), valedor del entonces príncipe Juan Carlos para ser el sucesor de Franco a la Jefatura del Estado como rey de España.

Estos cinco asesinatos nos descubren la tendencia histórica de cómo actúan las ideologías de ultraizquierda cuando no están en el poder, algunas de ellas socias del actual 'bloque progresista'. Fueron presidentes con mala suerte. Otros se rasgan las vestiduras con atentados contra monigotes que los representan. Bendita suerte.