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Cuando las personas se mueven en el mundo de los ideales o tratan de asuntos que apenas les afectan, los planteamientos suelen ser claros, inequívocos y, por si fuera poco, suelen estar apoyados por la mayoría. Esta situación muda de forma radical cuando se desciende ... de la teoría a la práctica y lo que se ensalza como paradigma de justicia, eficiencia o defensa medioambiental afecta a cada uno de forma directa. Es en ese momento en el que aparecen dificultades, trabas, cuando no una oposición radical... pero manteniendo la contradicción de defender los valores de manera genérica y, al mismo tiempo, acumular obstáculos para impedir el paso de las musas al teatro.
Los ejemplos, por desgracia, abundan. Si se realiza una encuesta sobre la necesidad de luchar contra el cambio climático, defender las energías renovables y limpias, llevar la digitalización a todos los rincones de España, eliminar las fuentes de contaminación, etc. será harto improbable encontrar alguna persona que, a cara descubierta, niegue esos planteamientos ecologistas y medioambientales. Una situación diferente es cuando se inicia el proceso de llevar del papel a la realidad esos proyectos.
En estos días, vivimos en Cantabria un caso cercano y no precisamente nuevo: los vecinos de las zonas rurales en las que se prevé instalar aerogeneradores se han levantado contra los diferentes proyectos de parques eólicos. La oposición a la construcción de estas fuentes de energía limpia, renovable y que combate el efecto invernadero, es fuerte y cuenta con numerosos defensores.
Los argumentos se multiplican: los 'molinos' -que nada muelen- causan impacto paisajístico, matan aves, precisan de la construcción de pistas que dañan el monte, son negocio para el gran capital y un largo etcétera. Todo apunta a que, una vez más -ya que no es el primer intento de construir parques eólicos en Cantabria- los diferentes proyectos quedarán sin ejecutarse. Lo llamativo de este debate es que quienes se niegan a que se realicen los proyectos mantienen con fe inquebrantable la necesidad de luchar contra el cambio climático, potenciar las energías verdes y modificar la excesiva dependencia que tiene España de la importación de gas y petróleo para abastecer de electricidad el país.
En el caso de Cantabria parece haber unanimidad desde los partidos políticos en poner obstáculos al desarrollo de la energía eólica y eso que nuestra región es una de las pocas de España en la que este tipo de generación eléctrica es prácticamente inexistente. Los representantes municipales y vecinales de diferentes colores ideológicos se oponen, los grandes partidos mantienen la ficción de aplaudir las energías verdes y frenar su desarrollo en el momento de la verdad.
Cualquiera con una mínima experiencia vital sabe que no existen las soluciones perfectas y que cada paso adelante, cada mejora en la calidad de vida, conlleva algunos inconvenientes. Los avances de la humanidad se han producido optando por las alternativas en las que las ventajas son mayores que los inconvenientes.
La estrategia ideal para impedir un objetivo que casi nadie se atreve a poner en duda, es decir que sí para, inmediatamente, buscar mejores opciones que frenen la que ya está en marcha o actuar acorde con el inconfesable principio de sí, pero no aquí. Estamos a favor, pero que no sea en nuestro entorno. Solidarios en lo general y egoístas en lo particular. Que los aerogeneradores se instalen en otro sitio, aunque tampoco se tenga el valor para decir donde exactamente.
Con unos u otros planteamientos se frenan iniciativas, los responsables se achantan ante la contestación de grupos minoritarios y, si finalmente se salvan esos escollos, entonces aparece el gran Leviatán que pone el punto final: la burocracia y la maquinaria administrativa y jurídica. Tras lustros de intentos de construir un parque eólico en Cantabria resulta que aún estamos a la espera de una ordenación integral, elemento base sobre el cual diseñar el resto. La traducción es automática: unos cuantos años más de demora, un interminable debate y finalmente una legislación marco -esa ordenación integral- que tendrá más agujeros jurídicos que un colador y que servirá para elevar recursos contra los primeros que osen iniciar un proyecto concreto.
Ante el renovado intento de que Cantabria contribuya a evitar el calentamiento global y se dote de fuentes de energía renovables y limpias auguro que estamos ante un nuevo fracaso. En nuestra tierra las grandes palabras circulan por una autopista y los hechos avanzan con lentitud desesperante por una cambera abrupta. La nueva oportunidad de enganchar la región a las nuevas fuentes de energía apunta el mismo destino que las anteriores: el entierro bajo espesas capas de egoísmo, cálculo electoralista y visión miope.
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