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Realismo en las relaciones laborales

EDITORIAL ·

La difícil coyuntura económica, con el IPC disparado y la presión del mercado sobre los costes y precios, requiere un diálogo social permanente, para evitar conflictos prolongados como el del metal

Domingo, 12 de junio 2022, 07:59

Este es el contexto general en que se ha venido produciendo una excesivamente larga huelga del sector del metal en la industria de Cantabria, que ha obligado a parar factorías y sin duda ha causado un retroceso en el PIB de esta rama productiva, de gran trascendencia para la economía regional, no solo por su valor directo, sino también por los servicios que mueve inducidamente, sobre todo el transporte. Además, esta huelga viene a coincidir con algunas situaciones societarias complicadas, como la que experimenta GSW a la espera del rescate del Grupo Celsa por la entidad pública SEPI. Una huelga significa menos producción y menos movimiento económico; también menos ingresos por salarios y menos cotizaciones a la Seguridad Social. De ahí que su prolongación acabe siendo contraproducente para todos, tanto empresas como trabajadores, y que un resultado imperfecto pero rápido sea a veces más eficaz que un convenio más aquilatado, pero cuyo coste de negociación difícilmente se va a poder amortizar en plazos razonables.

El gobernador del Banco de España, que puede hablar claro al no tener ningún interés electoralista en edulcorar o dramatizar la situación económica, ya ha advertido de la necesidad de un pacto de rentas. El deterioro del entorno económico significa que hay fenómenos de empobrecimiento, y que lo lógico es pactar la distribución de estas limitaciones, para reforzar la cohesión del país y esperar tiempos mejores. En efecto, un convenio con grandes ganancias salariales a corto plazo puede suponer mañana inviabilidad, ERTE o ERE si las cuentas de las empresas dejan de salir; recíprocamente, las empresas difícilmente pueden ganar productividad y compromiso si sus trabajadores no hacen más que perder poder adquisitivo y no se percibe que también los inversores se están apretando el cinturón.

Cada trimestre, la industria cántabra produce bienes por valor de unos 800 millones de euros, buena parte de los cuales proceden del subsector del metal, del que dependen veinte mil hogares. Se trata de en torno al 20% de toda la producción cántabra, por lo que la trascendencia que tiene sobre el bienestar de la región el convenio del metal resulta innegable.

Este conflicto debería servir para forjar un consenso social con el que afrontar tiempos especialmente difíciles. Hay que buscar puntos de equilibrio entre limitar las pérdidas de capacidad de los salarios y las pérdidas de rentabilidad de las empresas, que puedan acabar condenado los proyectos a una difícil, o nula, viabilidad. Es el momento de la responsabilidad para todos los sectores, incluida la Administración pública, que influye sobre la renta disponible de los trabajadores y empresarios al requerir de ellos determinados pagos tributarios. Así que, además de la responsabilidad, tiene que haber corresponsabilidad entre todos los sectores, y la patronal, los sindicatos y los gobiernos deben favorecer un clima de entendimiento y diálogo, ya que todos tienen su parte de razón y derecho, y se trata de pactar para una temporada, antes de que se vuelvan a revisar situaciones a medio plazo.

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