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Se acaba el verano y ya se nota que, tempranito por la mañana o cuando se oculta el sol por la tarde, hay cierto fresquito en el ambiente que exige una rebequita como defiende Carlos Herrera con su gracejo. Un cardigan, que dicen del otro ... lado del charco, donde nuestros hermanos de América manejan con tanta pulcritud nuestra lengua, esa que ahora desprecian algunos por nuestros lares siguiendo desbocados «el camino que marca la línea hacia ninguna parte», principio casi religioso del surrealismo donde se quedarán olvidados una buena temporada, afincados en la patria de los 'muy tontoslaba' que en nuestro país, por cierto, está masificada y casi no se cabe. Cuando debieran de saber que «sólo hay que mirar al cielo y al suelo, ahí está todo», que decía Miró con mucho acierto.
Estos días, los escolares en alguna región española comienzan el curso sin el español en el aula. Increíble pero cierto. Mientras, nuestros gobernantes mirando para otro lado están en la tarea de comprobar quién es el más macho y nosotros ingenuos pendientes a tope.
Una tontería además si sabemos bien quién no lo es. Aquel que se pliega a los separatistas y los indulta, el que se arruga ante los terroristas y permite barbacoas de recepción ignominiosas, el que comparte mesa y mantel con comunistas que le llevan permanentemente la contraria... No da la sensación de ser un 'Volodimir Zelensky desabrochado' por mucho que ahora nos quiera explicar cosas y subvencionarlo todo con nuestro dinero. Es un poco tarde.
Es tiempo de rebequita como les decía y con ella uno está preparado para esta época del año y además preparado para el cambio climático o cambio del clima por mucho que ahora algunos lo hayan descubierto de pronto y crean que al vestirse de verde estarán más guapos.
Tendré que contar dónde estoy para que se me pueda entender mejor: con una rebequita en la terraza del Hotel Les Trois Rois (Hotel Los Tres Reyes) de Basilea (Suiza), tomando un cafetito negro con un terrón de nostalgia. Un destape en el baúl de los recuerdos mientras veo el gran debate del Senado en Madrid y sin pedir nada más para no distraerme y para que no suponga una ruina. Conozco el tema. Aquí transcurrió parte de mi formación médica, en el Kantonospital de Basel, y una caña en aquellos momentos, finales de los 70, costaba 500 pesetas y te arruinaba la semana, así que, hoy, café y nostalgia por 25 francos. Creo que podremos afrontarlo.
Nada mejor que estar en esta terraza para entender el cambio del clima: agosto 1978, misma terraza con gabardina y bufanda y hoy aquí exactamente en el mismo lugar donde Napoleón degustó uno con leche bien azucarado después de hacerse con la región y abrigadito como nos cuenta la historia .
Ahora ya es otra cosa y no hace falta tanto armario. Tampoco llama la atención un español por estos lares paseando por una ciudad frontera de Alemania y de Francia en el corazón de Europa.
Nada mejor que estar en esta terraza para entender también el cambio en nuestro país. En esta ciudad, la de las fuentes, la de la música, la que está atravesada por las aguas cada día menos heladas del Rhin; la ciudad de abrigo y bufanda y ahora de rebequita, la de la cultura, está hoy impactada y orgullosa de albergar en su gran Kunstmuseum Basel una exposición especial de arte español: Pablo Picasso (1881-1973) - El Greco (1541-1614) el genio y el maestro que tanta influencia tuvo en el cubismo que nacía en sus manos geniales en los albores del siglo XX. Una gozada. Una muestra de lo que España representa por sus hombres y por su historia, que nos fue negado durante muchas épocas y que hoy se nos reconoce, en este momento aquí y habitualmente en todo el planeta. Bienvenido sea aunque algunos no se enteren o quieran intencionadamente menospreciarlo.
No es difícil desde esta terraza observar en lontananza sobre el Rhin a la Basilea de 1978 y a la de ahora y como fue caminando. Vemos a la misma ciudad, con los mismos tranvías y la misma tranquilidad refinada y universitaria, poco cambio. Quizá, si me apuran, la veo un poco más sonriente y luminosa. Será por el sol que acaban de descubrir y ya da en su cara, mientras otros ya nacíamos con él y no lo valorábamos suficientemente.
No es difícil desde esta terraza observar también en lontananza a la España de 1978. Es cierto que tenemos que asomarnos para verlo bien, a la torre medieval de la sal, desde donde en la Edad Media llegaban los barcos por el río y se distribuía a toda Europa, pero se ve perfectamente desde aquí cómo se votaba una Constitución de todos y como se afrontaban las cosas con ilusión y empezábamos a ser la admiración de muchos países que padecían los mismos problemas. Estábamos en esas fechas fabricando con generosidad una transición ejemplar. Se ve muy bien a no ser que se esté ciego... de ira y desesperación o de resentimiento, porque si no el no reconocerlo, es inexplicable.
¡Ah! Y se me estaba olvidando lo del debate en el Senado y su análisis visto desde la distancia. Es muy sencillo: uno de ellos en dos horas y media agotadoras no dijo casi nada y otro en veinte minutos y acosado por los presidentes del Gobierno y del Senado dijo un montón de cosas que le dio tiempo a explicar y dejó muy clarito por escrito un plan de ruta para la recuperación energética. ¿Quién creen que se llevó el gato al agua y quién está con el agua al cuello?
Lo peor de todo es que dentro de nada llegará el invierno y ya necesitaremos abrigo que es una prenda más engorrosa y no nos sirve el de otros años. Ya no servirá la rebequita. ¡A ver qué hacemos!
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