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Las fuentes clásicas y medievales presentaban a los cántabros como gentes indómitas que habían resistido a romanos, germanos y musulmanes. Modelo de antigüedad ibérica e independencia política, su épica expresaba la calidad original de España. Pero la zona venía confusamente delimitada. Así se sucederán cuatro ... etapas en la identificación moderna de Cantabria: navarrismo, vasquismo, castellano-montañesismo y, más reciente, 'unicantabrismo'.
En los siglos XV y XVI, 'Cantabria' equivalía frecuentemente a 'Navarra'. Hay inscripciones, historias, documentos. Incluso Fray Antonio de Guevara, natural de Treceño, cronista de Carlos V, dice en una carta de 1539: «Cantabria, que ahora se llama Navarra». En 1570 un doctor se autodefine «Navarrum et Cantabrum». Aún hubo ejemplos a mediados del XVII. Ahí sigue el monte Cantabria, frente a Logroño y a dos kilómetros del límite navarro cerca de Viana.
Pero los vascos aspiraban a defender intensamente sus derechos con la tesis de una libertad originaria. Entre los siglos XVI y el XVIII, una gran corriente, de la que formaron parte caballeros guipuzcoanos como Martínez de Zaldibia, Garibay (cronista de Felipe II y compendiador de historia de España) y Echave, o jesuitas como el castellano Henao y el guipuzcoano Larramendi, generalizan el llamar cántabros a los vascongados; algunos añadían La Montaña. Esas historias adquirían aún más peso político por la difundida teoría de que Túbal, nieto de Noé, había venido desde Armenia hasta los Pirineos después del Diluvio Universal. Los verdaderos españoles eran los vascos, llamados cántabros. Esta ecuación Cantabria o Vizcaya era dada también por buena en la historia general española del jesuita Juan de Mariana, utilizada desde tiempos de Cervantes hasta prácticamente el XIX.
El pleno uso de 'Cantabria' para instituciones en el espacio de la actual autonomía no pudo emerger, pues, hasta que los vascongados fracasaron en su genealogía. Aunque ya una obra del cronista aragonés Jerónimo Zurita, inédita hasta finales del XVII, apuntó al montañesismo esencial de la antigua Cantabria, y dejando aparte reivindicaciones de excesiva fábula como las del benedictino de Puente Arce Francisco Sota, la investigación decisiva fue 'La Cantabria' (1768), del agustino Enrique Flórez, burgalés de Villadiego, defendida luego por su discípulo, el también agustino Manuel Risco, de Haro. Ya a finales del XVIII, el jesuita catalán Masdeu, en su historia crítica de España, interpreta que, si bien al principio los romanos pudieron llamar Cantabria vagamente a la zona norte, al familiarizarse con el país reservaron el nombre para «solos los castellanos viejos más septentrionales, que viven entre Asturias y Vizcaya, desde el Océano hasta el Pisuerga». Ahí comenzó el castellano-montañesismo, incluso si aún cierta inercia llevará en 1847 al ministro Patricio de la Escosura a un mapa de regiones o 'gobiernos generales' donde 'Cantabria', capital Pamplona, abarca las tres provincias vascas más Navarra.
La reubicación del término sobre lo que se venían llamando 'Montañas Bajas de Burgos' y 'Asturias de Santillana' se empezó a aprovechar en el último cuarto del siglo de las Luces: por ejemplo, en la junta de los valles que en Bárcena de la Puente solicitaron en julio de 1778 constituir la Provincia de Cantabria (de donde viene nuestro Día de las Instituciones), o en la solicitud de 1775 para formar la Real Sociedad 'Cantábrica' de Amigos del País, que tardó 16 años en admitirse precisamente por reticencias sobre el alcance de 'Cantabria'. Este nombre se invoca en momentos bélicos, como en la Junta que en mayo de 1808 declaró regente soberano de Cantabria al obispo Menéndez de Luarca, llamado por la prensa inglesa Regent of the Province of the Montagnes. Su proclama antinapoleónica apela a los 'españoles cantábricos', para espetar después un «montañeses, los asturianos os enseñan el camino».
'Cantabria' también aparece en tres contextos coetáneos: unidades militares en la Guerra de Independencia y en ambos bandos de la carlista; el conjunto del litoral cantábrico; y alusiones hacendísticas como 'Aduanas'.
Pero, hasta la aprobación de la autonomía, habrá casi dos siglos de preeminencia oficial de 'Santander' y convencional de 'La Montaña'. Y es que, en paralelo con esta castellanización y más confiado uso de 'Cantabria', Santander se estaba independizando del eje Laredo-Burgos, predominante desde la Edad Media. Consigue el camino de Reinosa (1753); obispado (1754); título de ciudad (1755); comercio con Caribe (1765) y resto de América (1768-1778); Consulado de Mar y Tierra (1785) y Provincia Marítima (1799). Burgos dejará de ser capital de muchos trámites montañeses y Laredo, la sede del corregidor. Este ascenso de Santander, apuesta del gobierno borbónico, con valedores como el jesuita purriego Francisco de Rábago, será el catalizador de la definitiva provincia.
Simón Cabarga cuenta que se llegó a juzgar aceptable 'Cantabria de Santander'. En todo caso, cuando hace doscientos años la Diputación Provincial solicitó a las Cortes la denominación de 'Cantabria', el Ayuntamiento santanderino se opuso. Para evitar pugnas historicistas, se bautizó en 1822 a todas las provincias por el nombre de su ciudad principal. Mas en 1823 Fernando VII volvió al absolutismo y a su caos territorial: sólo a su muerte, diez años después, se decreta el mapa provincial que esencialmente aún pervive. Allí figuraba 'Santander', provincia de Castilla la Vieja.
En la inmediata guerra carlista, las autoridades isabelinas convocan en letras mayúsculas a los 'montañeses' contra «el miserable grito del vizcaíno». En tales llamamientos, reaparece el mito: «Y la Cantabria, la leal Cantabria, ¿será menos que los demás distritos?», reza un texto de 1835. «No: sangre goda, sangre de Pelayo jamás se yela por miedo ni terror». Al mismo tiempo, la documentación provincial reitera una y otra vez 'Santander'.
Un mayor empleo del término 'Cantabria' requería, pues, más elaboración cultural y más receptividad nacional. Lo primero sería labor ideológica de la provincia santanderina durante un siglo largo. Lo segundo se dio tras la Constitución de 1978 y se concretó en la votación en Cortes que aprobó el Estatuto de Autonomía, esta semana ha hecho 40 años.
'Santander' sin Laredo-Burgos y 'Cantabria' sin Navarra-Vascongadas ascendieron a la vez hacia 1800: corónimos heterogéneos y complementarios para los comúnmente llamados 'montañeses', considerados entonces castellanos viejos boreales. Provincialismo económico y tradición idealizada serán motores de diferenciación.
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