Recta final de una legislatura atípica

El PP, que comenzó el año con Pablo Casado a los mandos y la perspectiva de una mudanza importante en la Dirección popular cántabra, ha vivido un vuelco total de la situación: la llegada de Alberto Núñez Feijóo, la celebración de un plácido congreso autonómico que otorgó un nuevo mandato a María José Sáenz de Buruaga y la confirmación de esta como cabeza de candidatura para las elecciones al Parlamento cántabro. En Vox, se ha vivido la transición interna al liderazgo del hasta ahora diputado al Congreso, el exconsejero y ex alto cargo del PP en el Gobierno regional, Emilio del Valle.

En el PSOE habrá renovación de oferta en Santander y Torrelavega, si bien en ámbito autonómico Pablo Zuloaga seguirá al frente de la lista. Solo queda por definirse con más claridad el espacio a la izquierda del PSOE, con IU y Podemos en la ecuación.Las perspectivas están poco claras. Que estos años tan difíciles han producido un desgaste en las fuerzas gobernantes, al que se añade la tensión introducida por el rumbo polémico del Gobierno de coalición que Pedro Sánchez formó con Unidas Podemos, parece plausible. Ello sería noticia positiva para las siglas del cambio, pero todo el misterio reside en el cuánto, en el grado de deterioro del poder o de ascenso de la alternativa.

La reciente encuesta del CIS, sobre una muestra más pequeña de lo acostumbrado, ha sido recibida con amplio escepticismo y, sin embargo, podría ofrecer algunas claves del estado de opinión pública, en lo que se refiere a grandes tendencias. El regionalismo podría estar pagando una factura de imagen a consecuencia de su alianza con Sánchez y de la lentitud de los resultados para Cantabria tanto en inversiones nacionales como autonómicas. Puede darse cierta fatiga del electorado ante una coalición PRC-PSOE que está a punto de completar veinte años y difícilmente puede pedir actos de fe. A su vez, el PSOE podría estar rentabilizando la imagen radical de Sánchez para evitar pérdidas de voto por su izquierda y atraer elementos más progresistas dentro del regionalismo o de un menguante Ciudadanos. En cuanto al PP, la difuminación del partido naranja le beneficia muy directamente, mientras que la irritación con Sánchez (y con Revilla por su apoyo a este) parece engrosar las probabilidades electorales de Vox. Aunque en el PRC sostienen que podrían pactar después del último domingo de mayo o bien con el PP o bien con el PSOE, la propia lógica de su discurso (ser decisivos en Madrid para sacar contrapartidas al Gobierno de turno) indica que es más probable que repita alianza con el PSOE mientras el presupuesto nacional esté en manos de Sánchez. Otra cosa será si fuese Feijóo el inquilino de La Moncloa. Entonces esa misma lógica conduciría a un acuerdo PRC-PP.

Cabe preguntarse, ante estos escenarios posibles, qué se ha hecho mal para que el Gobierno de Cantabria dependa tan umbilicalmente de quién gobierne en España. Tras cuatro décadas de autogobierno, este debería haber conquistado para sí mismo una esfera mucho mayor de libertad. Paradójicamente, lo que pasa en Madrid es hoy aún más importante que hace cuarenta años. Un serio motivo de reflexión cívica, de cara a las trascendentes decisiones de 2023.