Secciones
Servicios
Destacamos
Mientras la gente espanta angustias reconfortándose con arte, música, lectura, cine; columnistas y escritores recomiendan títulos clásicos o celebran la reivindicación del conocimiento y la filosofía: retornan magníficos libros ¿como respuestas donde rijan razón, ética, eficacia?
Acuartelados en casa valoramos la solidaridad: se extienden gestos ... en merecido homenaje a quienes nos curan, cuidan y protegen arriesgando sus vidas. Aunque no se mencionen todos los colectivos.
La memoria de maestros exigentes en la forja de sensibilidad y libertades vuelve en alumnos que conquistaron sueños de celuloide y páginas: fulgor remoto de juventud vivificada en la justicia del agradecimiento. Recuerdan otros a doctores impecables que padecieron infamia por defender lo de todos.
Queda claro quienes son los que se baten el cobre por los ciudadanos, el contraste con políticos que -invocando la economía- han estado socavando con arrogancia neoliberal los pilares del bienestar social, recortando sanidad, desfigurando educación, ante la apatía de los perjudicados -¿por ausencia de las Humanidades?-.
Se aplaude en el miedo una batalla titánica contra Covid-19: crisis anunciada por haberse dejado en precario la sanidad pública –imprescindible–; la educación –que ilumina lo que no nos explican y defendieron con tanto amor los maestros de la República–; la investigación –de ataques invisibles del cambio climático por un 'desarrollo' en barbarie–.
Porque las teorías de la conspiración sólo distraen de los crímenes que nuestra especie necrófila perpetra en el abuso a la naturaleza y los animales. Domésticos o salvajes, su depredación, venta, confinamiento, consumo en wet markets y recetas de medicina tradicional –que en el siglo XXI debe erradicar la tortura a seres inteligentes, indefensos, que sienten como nosotros–: prácticas que regurgitan pandemias a la humanidad que las inflige. Urge elegir: ¿recortar capitalismo si sobrevive?
En una hiperinterconectada globalidad, Gobiernos que supieron durante meses del coronavirus han estado minimizándolo –«gripe menor»-, en acomodo a sus agendas o la estabilidad de la bolsa, en una ininteligible falta de empatía y prioridades. El compromiso de los mandatarios con la salud ante la posibilidad de catástrofes está por encima de mercados que sin compasión serán para las hormigas.
A posteriori es fácil ser profetas. El virus sacude con desmesura letal: no necesita más tensiones, sí cooperación coordinada, recursos, respeto transformador, liderazgo mundial, planificación económica eficiente, serenidad mientras paramos. No debería propiciar oportunismos ni rencores indeseables.
Ante la amenaza de extinción y la implementación autoritaria, perdemos derechos y costumbres en la incertidumbre del rumbo: lo deciden individuos –(¿dónde estás Hillary?)– que sobreponen –al planeta y sus criaturas– el dinero, o fuerzan sus detentadores multimillonarios el sacrificio de ancianos y débiles. (De la irresponsabilidad trumpiana con la OMS salvan Bill y Melinda Gates).
Regresa el conocimiento contra lo desconocido en mentes que nunca dejaron de buscarlo si no lo pudieron compartir. Porque donde esperaríamos encontrar unión, se desperdigan furiosas consignas, credos extremos.
Se piden responsabilidades en la tragedia a rebato. No es hora. Demasiadas personas sufren situaciones sobrecogedoras tratando de sobrevivir mientras suceden conspiraciones de casa. Urge aprender la lección cuando desfilan los féretros de quienes mueren solos. En la autoría de las devastaciones habrá que hacer inventario de lo y los que despojaron la sanidad pública: privatizaciones que añadieron deficiencias mortales.
¿Por qué no se investigó e informó a la población con honestidad como medida para protegerla aquí y acullá?
Una desoladora falta de preparación en valores de empatía, de humanidad, de humildad, de inteligencia emocional, parece ser la tónica usual en las acciones de los poderosos: sin importar su ámbito a menudo ni se plantean en profundidad las consecuencias de sus (in)decisiones. Pseudoideologías partidistas en una cultura –demediada de altruismo– que por sí sola no se diferencia de los modos elitistas de clanes ultramontanos que niegan oportunidades –de convivir y medirse con lógica y justicia– a los más en aumentadas distancias clasistas: clase media debilitada, ricos infinitamente ricos, pobreza extrema de hambre.
El contagio del coronavirus a la salud humana está estrechamente tejido con la del medio ambiente y sus criaturas. Y con la falta de una educación elevada que capacite para elegir programas correctores.
Poder, influencias, control, obsesionan en permanencia a políticos acaparadores y sus círculos sin que ofrezcan soluciones colectivas, ni lo merezcan privilegios endogámicos sin beneficio alguno (bien común, servicio público) para la sociedad. No bastan declaraciones pomposas. El futuro reclama «gobiernos de concentración», «técnicos con mucha experiencia y ninguna ideología» (Félix de Azúa); participación rotante de cabezas capaces de enfrentar la verdad -insobornables, independientes, sin corte-. Critican -al Rey, al Gobierno- reyezuelos de Taifas a la gloria del ego -(disfruten «Engreimiento verbal» de Javier Marías)-, pero ¿cuántas personas cualificadas callan impotentes un dolor por el mundo que atraviesa el corazón? ¿Qué planeta heredarán los jóvenes?
Si tantos poderosos no están a la altura del cuidado de la tierra, «We, the people» ¿ejemplificaremos sin fronteras la urgencia de respetar? «Menos es más».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.