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Una recuperación desigual e incierta
ANÁLISIS ·
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Después de reactivar la economía y cuando lo peor de la crisis haya pasado habrá que pensar en la consolidación fiscalMe encanta que los planes salgan bien» era la coletilla que Hannibal Smith, el coronel de la antigua serie televisiva El Equipo A, utilizaba siempre que el resultado de lo que hacía su equipo estaba de acuerdo con lo inicialmente previsto. Aunque esta no es la norma, pues sólo en ocasiones contadas los planes salen bien, lo cierto es que los mismos son muy útiles como guías del camino o forma de proceder; de ahí que haya planes de todo tipo y condición. Algo parecido sucede con las previsiones económicas. Aunque incluso las más solventes raramente atinan en el blanco, su utilidad es indiscutible: sirven para hacernos una idea aproximada de por dónde es probable que vayan a discurrir los asuntos económicos y, por lo tanto, ofrecen pistas muy claras sobre el tipo de políticas que deberían aplicarse para favorecer (en el caso positivo) o mitigar (en el negativo) la evolución de tales asuntos.
Las recientes previsiones del FMI, de las que este artículo toma el título, presentan, para el año en curso y como consecuencia de la pandemia del covid-19, un panorama de la economía mundial bastante desolador. La caída prevista del PIB mundial, próxima al 5%, no puede considerarse, en efecto, más que como desoladora; además, contrasta sobremanera con los aumentos registrados en los años precedentes. El problema, sin embargo, es aún más grave de lo que por sí misma da a entender la cifra anterior. El motivo es que, como sucede con frecuencia, la caída del PIB va a ser muy desigual por grandes áreas económicas y países; así, y en relación con las primeras, hay que señalar que, mientras que se espera un deterioro del PIB de las economías avanzadas del 8%, el de las economías emergentes y en vías de desarrollo se estima que será 'sólo' del 3%.
Centrándonos en lo que, por cercanía, más nos interesa, el descenso medio del PIB en la Eurozona se espera que supere el 10% en el conjunto del año, lo que hace que la misma sea el área económica más fuertemente dañada por la pandemia. Pero es que aún hay peores noticias para nosotros, noticias que concuerdan con lo que hemos manifestado en alguna otra ocasión: Italia y España, seguidas de cerca por Francia, serán los países que más sufrirán en su PIB: en los dos primeros casos la caída se estima que podría alcanzar el 12,8%, y en el tercero el 12,5%.
Como no todo van a ser malas noticias, hay que subrayar también que el FMI prevé un rebote importante para el año 2021, aunque no tanto como para retornar a la situación existente antes del estallido de la pandemia. Para el conjunto de la economía mundial se estima un crecimiento del 5,4%, repartido ahora de forma bastante más homogénea entre economías avanzadas (que crecerán el 4,8%) y economías emergentes y en vías de desarrollo (que avanzarán un 5,9%). También por países de la Eurozona la distribución del crecimiento será algo más homogénea, con Francia como el más destacado (aumento del 7,3%), y con España e Italia (con crecimientos esperados del 6,3%) pisándole los talones.
Si todas estas previsiones se cumplieran, y hay que admitir que es mucha la incertidumbre que existe en torno a las mismas, el PIB mundial sería, a finales del próximo año, 6,5 puntos menor que el que teníamos a principios de 2020, y la desigualdad sería mucho mayor. Impedir que una catástrofe como esta se produzca es, de hecho, imposible, pero no lo es tratar de mitigar tanto cuanto esté a nuestro alcance el impacto negativo de la misma. Para ello se necesita una fuerte cooperación multilateral y acciones decididas por parte de los gobiernos y organismos e instituciones internacionales. De forma específica, y haciendo uso de las propias palabras del FMI, «la comunidad internacional debe actuar sin demora para evitar una repetición de esta catástrofe, organizando reservas internacionales de suministros y equipos de protección esenciales, financiando la investigación y apuntalando los sistemas sanitarios públicos, y estableciendo modalidades eficaces para llevar alivio a los más necesitados».
Hacer esto, que es absolutamente esencial, y reactivar la economía, que también lo es, requerirá un incremento sustancial del gasto público y, en consecuencia, del endeudamiento. Por eso, cuando lo peor de esta crisis haya pasado, habrá que pensar en la consolidación fiscal, la cual exigirá, muy probablemente y a nuestro pesar, una mayor presión impositiva, al menos en los países avanzados.
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Ana del Castillo
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