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Los peces son seres vivos indefensos, parecen correr en su espacio vital, que es el agua, van de un lado a otro sintiéndose libres, pero ... cuando el pescador lanza sus redes, buena parte de ellos quedan capturados, presos de la red que les priva de su libertad y de su vida normal. Lo mismo sucede con las redes, llamadas sociales, y que cuando son utilizadas por mentes jóvenes e inexpertas, como peces en el agua, caen en ellas y se someten a la dictadura de la propia red.
Hoy leo en el periódico Expansión lo siguiente: «el psicólogo Jonathan Haidt publicó en The Atlantic un ensayo argumentando que Instagram era tóxico para la salud mental de los adolescentes». Dice: «Es una plataforma que las chicas utilizan para publicar fotografías de sí mismas y esperar el juicio público de los demás». Hay varios estudios realizados en países de Europa que confirman esa toxicidad de una red que cada día pesca, sobre todo, a niñas/chicas para las que el mundo es sólo lo que aparece en Instagram; esa es su auténtica vida real.
Facebook, la primera red social, nació de una venganza, difundiendo las fotos de determinadas personas y desde ese hilo se ha venido tejiendo una red que aprisiona a millones de jóvenes, y no tan jóvenes, en el mundo. Esas redes a las que inocentemente se acude para relacionarnos socialmente, para sentirnos integrados, admirados, respetados y ser inclusivos con el mundo que nos toca vivir, se convierten, en muchos casos, en dramas, depresiones y ansiedades por no llegar a ser lo que socialmente se requiere. Son redes que nos alejan de la realidad 'real' y que pueden convertirnos en asociales, a chicos y chicas que se cierran al mundo (en sus casas, en suicidios, en todo tipo de aislamiento) por no ser dignos de estar a la vanguardia de la moda de cada momento.
Siempre insisto en ello, en que esta influencia perniciosa está relacionada con «el qué dirán» de toda la vida, con la imagen que transmitimos a la sociedad, con parecer que somos lo que no somos y esa tensión a muchos chavales los puede llevar a la marginación. Lamentablemente los padres, como educadores que somos, disponemos de muy poca información para enseñar el uso adecuado de las redes asociales. Más aún cuando los adolescentes rechazan por completo la 'intromisión' de sus padres en su mundo. El adolescente piensa que su padre o su madre están fuera de onda, no entienden de qué va su mundo y desconocen que, tecnologías aparte, este es un comportamiento que siempre ha sido y será así. La diferencia es que hoy, en esas redes, quedan atrapados en millones de dispositivos, que las conforman, con todo lo que en ellas se publica.
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Ana del Castillo
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