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En estos días damos comienzo a la apertura de un camino luminoso, bullicioso y amable, en el que nuestros corazones se alimentan de hermosos recuerdos. Casi aprendidos al borde de nuestras camas, desde el pálpito de las madres, forma parte entrañable de nuestro ser: el ... Niño Dios nacerá en un portal, solo y despojado hasta de ropa, y nosotros seguiremos la Luz, un enorme faro que ilumina nuestras vidas. Son días de solidaridad, de cercanía y de amor al prójimo.
Por ello, como otros muchos individuos, hace unos días me he acercado telefónicamente a uno de los pocos amigos entrañables con los que disfruté mi niñez y algo de mi juventud, hombre amable, generoso, serio y muy trabajador. Comentamos los aspectos más llamativos del pueblo en los que yo alcanzara a recordar sus protagonistas, porque la población ha cambiado tanto que puedo contar los conocidos con los dedos de una sola mano. Primero por las migraciones hacia Madrid, Bilbao y especialmente hacia Alemania y Suiza, hacia donde, en la década de los sesenta, salieron la mayoría de los jóvenes; después, por las inmigraciones, por las que han llegado pastores, herreros, peones para el campo... total, que la interlocución con mi amigo fue, aunque sabrosa, breve.
No obstante, como está emparentado con algún político, mantiene vivas las inquietudes sociales que siempre atesoró, por lo que como colofón me manifestó su insatisfacción por el momento político que vivimos en la actualidad. Nada parece funcionar ordenadamente -dijo- estamos como al principio del camino, abriendo temas de discusión, buscando un cambio, sin preconizar previamente el acercamiento y con él, el diálogo. Es, aseveró, como si hubiera desaparecido «un grupo sensato de población» que sabia mantener las formas, y resolvía sin estridencias los problemas y, por contra, hubiera arribado otro grupo con afanes de remover incluso hasta aquellas cuestiones que no plantean problemas; es decir, crean conflictos donde hay paz, resiembra sobre un sembrado, que no da muestras de deterioro o caducidad.
Entonces me recordó que, en la década de los sesenta, y por recomendación de aquella institución pública llamada Extensión Agraria, en base a que todas las parcelas del término municipal eran minifundios, se procediera a la parcelación. Todo ello conllevaría, además de las propias ventajas del cultivo, que se podrían utilizar tractores y otro tipo de maquinaria, ayudas especiales para los abonos, simientes y otras cuestiones. Lo aceptaron diecisiete propietarios, se crearon unos estatutos, definiendo como coordinador y responsable último al 'jefe de cultivos': hombre con experiencia, capacidad humana, paciente, moderado, flexible, que sabía escuchar y especialmente profesional del campo en todas sus vertientes, viñedos, arbolado y campo cultivable.
Con las dificultades propias de algo nuevo para todos, en un hecho con escasa experiencia y que se fundamenta en cesiones, «pues nadie es dueño de lo suyo a la hora de producir y el reparto de beneficios es proporcional al aporte de cada uno de los socios», todo transcurrió con normalidad, desde la participación de todos, y con la coordinación de un solo socio, elegido por unanimidad. El secreto estaba en la sabiduría del 'jefe de cultivos', hombre que sonreía ante cualquier comentario, agrio o dulce, que sabía puntualizar los hechos, sabía lo que quería, lo que necesitaba... Por otra parte, las discusiones de los socios en cada reunión, en la que se exponían todos los puntos de vista, siempre terminaban en la cordialidad y en la cooperación más incuestionable.
Mi entrañable amigo me comentó que algo de aquello hace falta ahora. En principio, no se ve quién dirige, porque son muchos los cogidos al timón y, en ocasiones, con intereses que no se corresponden con los de todos, que es el pueblo de España. Se bloquea la renovación del poder judicial, su presidente lo denuncia en varias ocasiones, hasta que dimite, no así los vocales, que con los mismos argumentos podían y debían haber dimitido. El Gobierno cambia la norma de elección de los jueces, que se había acordado hace décadas, permitiéndole así romper el bloqueo, a la vez de soliviantar al orden establecido. Los delitos de sedición y de malversación son redefinidos, o modificados, quizás no con la prudencia, mesura o madurez necesarias. La ley de 'solo sí es sí', quizás por esta premura con respecto a los tiempos, plantea ciertas rendijas, por lo que son liberados presos antes de cumplir su condena, de acuerdo con las penas que tenían impuestas...
Aquellos hombres del campo, humildes, sin títulos universitarios, pero con mucho sentido común, y abusando de la solidaridad y del diálogo, bien pudieran ser un referente para nuestros políticos.
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