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Cuando leí por primera vez a Javier Marías, estaba cursando en la facultad una asignatura llamada 'La práctica de la traducción'; según avanzaba en sus páginas, empecé a ser consciente de lo poco que cabe en un temario académico, y en cambio cuánto se ... puede transmitir a través de la ficción. Por ejemplo, que los intérpretes y los traductores se odian mutuamente, o que en sus pesadillas les atacan oradores con discursos incomprensibles. Que a veces les citan para interpretar a un muerto, o todavía pero, como cuando un australiano exige, y logra, que le pongan un intérprete en una cumbre donde todos tienen el inglés como lengua oficial.
Entre la reflexión y el deslumbramiento, como lector no puedes escapar de sus redes de un narrador que, para ilustrar el clásico juego de palabras 'traduttore-traditore' se saca de la manga un encuentro entre dos altos mandatarios -que suponemos Margareth Thatcher y Felipe González-, que en virtud de una interpretación 'creativa' de un intérprete aburrido de su trabajo acaban conversando de temas íntimos, sin pretenderlo.
Aunque el verdadero deleite de Marías no está en su finísimo humor, sino en la profundidad de su pensamiento, en diálogo permanente con la tradición literaria. Así, mientras Lady Macbeth prefiere tener las manos manchadas de sangre en lugar del «corazón tan blanco» de su indeciso esposo, su novela arranca declarando que «No he querido saber pero he sabido...»; una experiencia universal: la necesidad, ante un hecho que nos avergüenza -lo mismo vale una pequeña vileza que un crimen de estado-, de reformular toda la situación, a construir un relato que le sirva para analizar, comprender y asimilar los hechos. Lo oficial y lo oficioso, lo íntimo y lo público, la verdad y su relato, la conciencia y la vida real...
'Corazón tan blanco', una de las novelas más celebradas de Javier Marías, le abrió las puertas a ese moderno parnaso que son los manuales de Historia de la Literatura, pero sobre todo abrió los ojos a los millones de lectores que, durante décadas, hemos repensado el mundo y la vida, con un libro suyo entre las manos.
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