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Qué es la filosofía? Esta pregunta se ha formulado miles de veces y cada filósofo ha dado su versión. Según su etimología, diremos que es: amor (filo) a la sabiduría (sofía). En este sentido, todos somos filósofos porque todos buscamos la verdad de todas ... las cosas. Pero esa verdad la busca también la ciencia. Sin embargo, hay entre ambas (ciencia y filosofía) una diferencia abismal, porque la ciencia busca la verdad objetiva, pura e indiscutible, para constituir un patrimonio universal de toda la humanidad. Y no hay una sola, a modo de árbol frondoso, llamado 'árbol de la ciencia', con infinidad de ramas, de cuyos frutos, todos nos nutrimos.
En cambio, la filosofía aparece como una ciencia subjetiva, donde cada cual interpreta la verdad bajo el prisma personal de su propia mente y sensibilidad. De ahí que existan muchos 'árboles filosóficos', con frutos muy diversos, lo cual es un grave error, porque la verdadera filosofía es única y universal. Tal vez la definición más completa y objetiva, sea la de Descartes, que dice: «La filosofía es el estudio de la sabiduría, entendida como la capacidad de conducir las actividades humanas; y también como el conocimiento perfecto de todas las cosas que un hombre puede saber para la dirección de su vida, el mantenimiento de su salud, y el conocimiento de las artes».
Lo verdaderamente curioso es que, todas las ideologías, tanto políticas como religiosas, buscan con sus filosofías particulares el bien y la verdad universal. No obstante, el mundo es un caos. Cuando Platón dijo en su 'República' que en política solo deberían gobernar los filósofos tenía toda la razón solo en la frase, no en la realidad, porque el primero que tenía un concepto errado de lo que era un filósofo era él, que confundió la sabiduría real con la fantasía. En consecuencia, su idealismo subjetivo puso en la mente humana la idea de que todos los objetos de la vida real eran meras copias degeneradas de los verdaderos, ya existentes en una vida anterior de nuestras almas inmortales. Todo ello, descrito en su fantasmagórico 'Mito de la caverna' (libro VII de República).
De ahí que la gran dolencia endémica que la filosofía ha venido padeciendo ha sido una funesta verbosidad.
Karl Popper en su libro 'La sociedad abierta y sus enemigos' dice: «...los filósofos han logrado retener para sí, aún en nuestros días, algo de la atmósfera que rodea a los magos. La filosofía se considera algo extraño y abstruso que se ocupa de los mismos misterios que la religión, pero no de modo tal que pueda ser revelada a los niños o al vulgo; la filosofía es reputada demasiado profunda para eso, siendo de este modo una suerte de religión y teología para los intelectuales, los eruditos y los sabios».
Platón quiso seguir a su maestro Sócrates en la definición de filósofo. Así se puede leer en la 'República', cuando Sócrates pregunta: «¿A quiénes llamas verdaderos filósofos?» Y Platón responde: «a quienes aman la verdad». Pero Platón dista mucho de creer en ella porque en otros lugares afirma que es regio privilegio del soberano hacer pleno uso de las mentiras y el engaño cuando dice: «Si hay alguien con derecho a mentir, este solo puede ser el gobernante a fin de engañar a sus enemigos y a sus propios conciudadanos en beneficio de la comunidad; pero ninguno otro debe gozar de este privilegio».
El más funesto de los ejemplos de simbiosis entre filosofía y política lo tenemos en Hegel, cuya mente fue puesta al servicio de su protector, Federico Guillermo III de Prusia. «Y la verdad es, según K. Popper, que no valdría la pena relatar la historia del caso Hegel si no fuera por sus siniestras consecuencias, lo cual demuestra con cuánta facilidad puede convertirse un payaso en realizador de la historia».
Este juicio sobre la funesta verborrea filosófica de Hegel, la describe también Schopenhauer: «Hegel, impuesto desde arriba por el poder circunstancial, con carácter de gran filósofo oficial, era un charlatán de estrechas miras, insípido, nauseabundo e ignorante, que alcanzó el pináculo de la audacia garabateando e inventado las mistificaciones más absurdas. Toda esta tontería ha sido calificada ruidosamente de sabiduría inmortal... El extenso campo de influencia espiritual con que Hegel fue dotado por aquellos que se hallaban en el poder, le permitió llevar a cabo la corrupción intelectual de toda una generación». Y al decir esto, me refiero al hecho de que el cristianismo y todas las religiones, han manejado ese mismo estilo de pensamiento filosófico, teologizado y absurdo, bajo el chantaje de la fe, aunque deben ser respetadas.
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