La región de las bofetadas

En Cantabria se vive bien, según los datos del INE, aunque la conclusión tiene trampa. Viven bien los que bien viven, pero uno de cada cinco, casi ciento veinte mil personas en una población que no llega a los seiscientos mil, está en riesgo de exclusión o de pobreza extrema. La encuesta del instituto nos sitúa entre las cinco regiones con mayor calidad de vida, y basa la alta valoración en aspectos tales como la disponibilidad de tiempo libre para las relaciones sociales. No es un asunto menor. Si el ocio ocupa tanto lugar es porque las necesidades básicas están cubiertas. Seguramente no les preguntaron a quienes carecen de ingresos o no llegan a fin de mes. Cantabria suspende, con nota próxima al cero absoluto, en dos indicadores clave, gobernanza y sistema político. Solo el 1,9 por ciento de los ciudadanos confía en sus representantes y en las instituciones.

Cantabria no es Cuba. Sin censura previa ni policía secreta ni de la moral, persiste sin embargo la autocensura y el conformismo. Encajamos una bofetada tras otra, y aun así premiamos con el voto la ineficacia de quien prometió la luna y contempla el declive de la Cantabria inconexa, desgajada del resto del país. La negativa europea al tren rápido a Bilbao constata el enésimo fracaso. Por eso, sorprende la ausencia de contestación a la incapacidad evidente, pero la oposición está desaparecida y ciertos púlpitos de opinión habitan en la comodidad de la denuncia de lo externo, por cálculo o necesidad, eludiendo cualquier mención negativa a lo de casa. Compromete menos atribuir los fiascos a Sánchez que a Revilla. En realidad, no somos distintos a los cubanos. También nosotros tenemos libertad plena para criticar con dureza al presidente de los Estados Unidos.