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Podríamos definir la 'regiopolítica' como al arte de gobernarse con una visión de las estrategias regionales, es decir, no mirando hacia el interior de la propia región, sino hacia el lugar que ocupa en el paisaje circundante que forman las vecinas y, más allá, las ... vecinas de las vecinas. Esto en Cantabria nunca lo hemos tenido muy claro. Nuestro presidente fue en octubre del año pasado a Burgos a pregonarles a los empresarios que Santander es el puerto natural e histórico de Castilla. No faltó a la verdad en absoluto, pero, si hay que ir a decir eso a los burgaleses después de 40 años de autonomía de Cantabria (y de Castilla y León), es porque algo se ha estado haciendo mal. Si fuera «natural» e «histórico», caería por su propio peso y no sería necesario ir a proclamarlo. Lo cierto es que el puerto bilbaíno le viene comiendo la tostada sistemáticamente en Castilla Vieja al de Santander, y por la mano occidental Gijón hace lo propio con el eje leonés. Y es que como las provincias vascongadas siempre pertenecieron a la corona castellana, también sus puertos son «naturales» e «históricos» para las partes castellanas adyacentes.
Uno de los signos más palpables de que nos viene faltando sentido de la regiopolítica viene dado por los bandazos en materia de infraestructuras. Sin que esté realizado un tren moderno con la Meseta (pájaro en tramitación y a la mano), nos arrojamos al futurible de un tren Santander-Bilbao (en principio de estudio, ciento volando). Sin que estén concluidos los tramos de Burgos a Aguilar de la autovía A-73, necesaria para que eso de «natural» e «histórico» se transforme en toneladas, euros y puestos de trabajo, nos hemos arrojado a una imposible autopista de peaje Dos Mares (Reinosa-Miranda de Ebro) y luego a terceros carriles (que tampoco se hacen, por cierto). Un poco de reflexión y de priorización sí supondría trabajar por la España vaciada, y con ella la Cantabria meridional y central, la nueva 'Jabalilandia'.
Total, los bueyes delante de los carros. Algunos se rinden ya, con temeridad regiopolítica, a la suprema benevolencia del PNV, presunto impulsor caritativo de nuestro bienestar. Pensar que allí adoptarán medidas que nos hagan más competitivos respecto de su propia economía (¡y su propio puerto!) es una fantasía que ningún precedente histórico ni ideológico avala. Lo «natural» e «histórico» debería cultivarse para que lo siga siendo. La pregunta es muy simple: ¿cuántas cumbres cántabro-castellanas ha habido en cuarenta años para colaborar significativamente en asuntos de interés común, y sobre todo de interés cántabro frente a las competencias laterales cantábricas? Me temo que usted y yo no recordamos ninguna… Lo natural ya no es natural y lo histórico se perdió en la historia. ¿De qué nos han servido Guevara, Lope, Calderón, Quevedo, Herrera y cuantos proyectaron el genio montañés en uno u otro campo? ¿Quién podría hacer regiopolítica mejor que un cántabro, vinculado a todas las grandes empresas españolas?
Este déficit de planteamiento es una causa profunda de nuestros sobresaltos económicos. Las consecuencias podemos verlas, por ejemplo, en el resumen del año laboral que acaba de enunciar CCOO: en 2019 los empleos creados fueron principalmente de peones, auxiliares de tareas básicas y camareros, con una rotación vertiginosa de contratos temporales. Sin Geografía, todo es algarabía.
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