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Richard Thomas Condon (sin tilde en la segunda 'o') dedicó su segunda novela al productor cinematográfico Max E. Youngstein, el hombre que durante un tiempo le había ido retirando dinero de su salario de guionista y luego le había despedido de golpe: con la ... suma subrepticiamente ahorrada más la llave de un bungalow en México con vistas al Pacífico. Para que escribiera novelas. Esta, 'El candidato manchú' (1959), se convirtió en una película de culto en 1962, con un reparto que incluía a Frank Sinatra, Angela Lansbury, Janet Leigh y Laurence Harvey, dirigida por John Frankenheimer. En España se proyectó como 'El mensajero del miedo'.
Condon se especializó en novelas de intriga política con trama de 'thriller' y no poca sátira. En 'El mensajero del miedo' (que vería otra adaptación en 2004 con Denzel Washington y Meryl Streep), se cuenta la historia de un sargento estadounidense que, capturado en la guerra de Corea, sufre lavado de cerebro y una programación psicológica para cometer, a su regreso a Estados Unidos, un magnicidio, activado por la visualización de la carta de la reina de diamantes. La operación psíquica se realiza por expertos comunistas en Manchuria, de ahí el nombre. El objetivo es favorecer una conspiración para apoderarse de la Casa Blanca. No digo más, que sería 'spoiler'.
Ya que la literatura no es sino una alegoría del mundo histórico, podemos interrogarnos, al ver a alguien que se dispone a una acción destructiva como movido por resortes en que el destino aparece como un conspirador, sobre la reina de diamantes que lo ha activado. Por ejemplo, si algún genio malévolo hubiera querido activar agentes ocultos para perjudicar las vidas y haciendas de los españoles, habría enseñado el romboidal naipe a todos los que escaparon de urbes y universidades y de muchos otros sitios para trasladar su coronavirus a las provincias de segunda residencia o de hogar, dulce hogar; también a los vigías del Estado que se durmieron en la garita jugando al póker. Una guerra bacteriológica siempre cuenta con el pánico como ayudante de la distribución tras haber contado con la incompetencia en la producción.
Pedro Sánchez, Boris Johnson (acaba de dar positivo), Donald Trump, Jair Bolsonaro y el nunca bien ponderado post-montañés Andrés Manuel López Obrador (¿Qué habrá sido de aquella gran iniciativa universal México-Cantabria con motivo del aniversario de Hernán Cortés, urdida en La Chingada y de la que no hemos tenido ya más noticia?) han dado la impresión de sargentos activados por la más lujosa reina del mazo en una hipotética trama de conspiración de comunistas del lejano Oriente para hundir a Occidente. Viendo lo mal que lo han pasado los propios chinos, esta trama solo podría ser conspiranoica, no hay ni que decirlo. Pero constatando lo bien que la han gestionado y la ayuda que están prestando a otros países, especialmente a los más vulnerables (ha subrayado The Economist: los pueblos recordarán quién estuvo a su lado en los momentos duros), todo sucede, paradójicamente, como si se hubiera predestinado al estilo de la novela de Richard Condon. No es la trama la que ha determinado a los personajes, sino estos quienes se han comportado como si hubiera una trama.
No hacer metafóricamente del sargento protomagnicida Raymond Shaw de 'El candidato manchú' es obligación sanitaria que todos tenemos: no activarnos para difundir las fuerzas disruptivas de la sociedad; mantener la distancia interpersonal, las precauciones. No faltan las reinas de diamantes que tratan de excitar nuestras neuronas: escapaditas por los alrededores, ir al supermercado de al otro lado de Reikiavik, la Vuelta a Cantabria con tu perro y hasta algún sprint nocturno motociclista con decibelios como para atraer la curiosidad de un ovni.
Más graves son los candidatos manchúes comunitarios. La falta de acuerdo en Bruselas para una iniciativa conjunta contra el Covid-19 sugiere que los socios estaban pre-programados para atentar contra el europeo medio. Emmanuel Macron amenazó a Boris Johnson con prohibir la entrada de británicos en Francia si Downing Street continuaba haciendo el manchú. Así que el despeinado conservador rápidamente ordenó un confinamiento de tres semanas y cerró los pubs, la mayor tragedia inglesa desde las de Shakespeare. De este modo, el hombre que hizo el 31 de enero todo el esfuerzo para sacar a los británicos de Europa realizó el 23 de marzo todo lo necesario para que pudieran entrar en ella. Hay una carrera entre la reproducción del virus y la del sentido de la responsabilidad. Muy igualada.
Una forma sutil en que se nos muestra la reina de diamantes no es el pánico, sino el antipánico. Pues el virus no sólo lo reparten los mensajeros del miedo urbano que corren a pegarle el ARN a un parroquiano de Ourense, sino también los heraldos del 'todo controlado'. Todas esas tranquilidades que se nos dieron y se nos siguen dando son, por excesivas, contraproducentes. Que si baja la curva un poco, que si en abril curas mil, que si para mayo pajarayo, que en junio no más infortunio… No compro sedaciones retóricas manchúes. Hasta ahora, casos (43%) y fallecidos (62%) se han concentrado extraordinariamente en Madrid y ambas Castillas, aparte de los focos alaveses y riojanos. Es de temer que la onda de propagación con retardo produzca cifras con púas en la periferia: Cataluña, Valencia, Murcia y Andalucía lo más poblado, pero también el Cantábrico.
Esa difusión queda contrarrestada por los aislamientos iniciados el 14 de marzo, y 'contrasumada' por persistentes carencias de protección y detección. En las zonas muy densas será difícil de detener y en las más dispersas, como la nuestra, la afección a las edades más avanzadas y/o pacientes respiratorios crónicos puede incordiar. Aunque también es cierto que buena parte del norte está aislado de suyo, por el carácter montañoso y las pseudocomunicaciones. Las imágenes que recibo de Vega de Liébana, con terneros como 'Campeón', recién llegado al planeta con su EPI placentario, me hacen tener fe en que al virus de Wuhan le costará conquistar el archipiélago verde, donde el rey de bastos es más popular que la reina de diamantes. Dicen que la fe mueve montañas, pero en este caso son las montañas quienes mueven la fe.
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Ana del Castillo
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