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Hay dos aspectos que, por su relevancia y por concernir al paseo más emblemático de Santander, merecen ser puestos de manifiesto ante la opinión pública y ante nuestro Ayuntamiento. El primero de todos es que el talud ha cedido en algunos tramos formando vaguadas que, ... de momento, no parecen inquietantes dada la solidez de los muros, algunos con más de diez metros de altura, y donde el peligro era más real se han instalado unos contrafuertes a modo de cornisas y unas telas de malla que sujetan el empuje. Lo que voy a proponer es una obra cara, pero necesaria, y serviría para muchas generaciones, aunque requiere de un estudio previo de arquitectura e ingeniería que certifique ésta propuesta.
La misma consiste en construir en las zonas que sean consideradas de alto riesgo un zócalo de dos o tres metros de altura, ora en piedra de sillería bien tallada, ora en cemento mediante arcos entrelazados o como peto uniforme en toda su extensión, pero que contenga con garantías el empuje de la ladera. Para disimular la obra, solo se necesitaría plantar unas enredaderas que la mimeticen y siempre sería una nota vegetal más. Insisto en que la obra es cara ya que el paseo es largo, pero de un lado no se necesitaría soportar con piedra o cemento todo el circuito del talud. Solo aquellas zonas, con o sin vaguadas, que a juicio de los expertos sea subsceptible de refuerzo, y del otro sería una obra de sostén del talud con totales garantías y duraría siglos. Solo hay que ver los contrafuertes en cemento que apuntalan el talud donde se encarama el palacete de El Promontorio, obra que tiene más de un siglo y que está como el primer día, o los que en piedra soportan junto a la Renfe el empuje del talud de la calle Alta. En su momento fueron inversiones caras pero su resultado salta a la vista.
El segundo aspecto es la gran pantalla vegetal que, de forma incontrolada, ha ido creciendo de los años 40 hasta hoy en la ladera del paseo en cornisa más bello del planeta, impidiendo la vista peatonal de nuestra simpar bahía; disfrutar de la vista en altura de una bahía partida en dos por el sable del Puntal, por detrás Pedreña y Somo y la Cordillera Cantábrica como telón de fondo, con el Castro Valnera de 1.707 metros de altitud como cota más alta entre Brañavieja y el Bidasoa, supone una instantánea de postal única que cambia cada día según el estado del cielo. Pero el paso del tiempo ha determinado que una serie de arbolado descontrolado oculte a modo de pantalla vegetal la vista en distintos tramos de tan singular paseo; hace un año largo, el Consistorio decidió afrontar parcialmente el problema a base de podar algunos árboles, medida que no solucionó el problema de visión peatonal porque una poda que sobresalga de la rasante de la barandilla no sirve y la consecuencia es que sus troncos y ramas impiden buena parte de la visión de la bahía, visión libre y sin trabas que debe primar sobre la existencia de una maraña de árboles sin valor botánico alguno, salvo honrosas excepciones.
La solución es fácil: tálense tales árboles que en estos 40 años han crecido notablemente, salvando del hacha aquellos considerados importantes por su lámina; limpiemos el paseo de las distintas pantallas arbóreas que impiden tan excepcional vista en zonas comunales y, a cambio, y para que el talud donde se asienta el paseo quede reforzado no solo por el zócalo antedicho, sino además por la plantación de árboles que por su escasa alzada y poda nunca puedan rebasar la rasante de la acera, por ejemplo tamarindos como en la zona marítima, podados a lo ancho, o jacarandas como en Calderón de la Barca, en forma horizontal y que además echan flor en pleno estío; con ello se conseguiría asentar el talud sin dificultar la vista y tanto desde la barandilla en tierra como desde el mar se verían unas laderas llenas de árboles bajos pero vistosos, siempre que su poda no impida la vista de una bahía simpar, cuya excepcional panorámica debe estar libre de obstáculos visuales.
Como conclusión, un zócalo de soporte en distintas zonas del talud de Reina Victoria junto con la tala los árboles que impidan la vista peatonal, dejando en pie algún ejemplar botánico de auténtico interés y substituir la floresta restante que ha crecido sin control durante este medio siglo por nuevos árboles, cuyas raíces sigan reforzando los taludes pero escogiendo especies de poco crecimiento y con poda en ancho que no impida la vista del mejor paseo marítimo en cornisa del mundo sería la solución. Es un poco como los pinos plantados delante del Palacio de la Magdalena, que han crecido tanto que ocultan la vista de nuestro edificio más emblemático, pero este texto se refiere en exclusiva a nuestro bellísimo Paseo de Reina Victoria, cuya bahía y paisaje merecen ser vistos peatonalmente desde cualquier punto sin que lo obstaculice una jungla arbórea que ha crecido incontroladamente e impide en varios tramos su contemplación. Por tanto, no se trataría de un arboricidio ya que serían substituidos unos árboles por otros y, a cambio, la vista peatonal y panorámica del Paseo quedaría despejada e impecable en su práctica totalidad, junto con el refuerzo del zócalo que daría plena seguridad a todo su recorrido.
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