Reinventar el futuro

Se requiere de un talento excepcional para modelar el alumnado que tenemos entre las manos sin cometer errores, sin dejar muescas, respetando su libertad, pero animándoles a sacar de ellos lo mejor de sí mismos, aquello que no soñaron, pero que un día les hará sentirse plenos. Un gran maestro es un gran artista. La enseñanza puede ser el más grande de los artes ya que el medio es la persona. Y es que la enseñanza más que impartir conocimiento, que también lo es, es inspirar el cambio. Un buen profesor, señala con el puntero de las ideas dónde están las estrellas y cómo se puede llegar hasta ellas, recorrer el camino es cosa del alumno.

Recordar mi educación, es evocar a mis maestros, un buen espejo donde mirarme para saber cómo desempeñar esa gran vocación que es alumbrar el por venir. La buena transmisión del conocimiento, lleva a la imitación. Muchos son los alumnos sobresalientes en la historia discípulos de egregios maestros, sin ir más lejos podemos irnos a Atenas y redescubrir la relación entre Sócrates, Platón, Aristóteles y Alejandro Magno. Hemos de preparar a los educandos para un nuevo mundo, (escuelas decía entre líneas Sócrates, no cárceles), enseñar es un ejercicio de inmortalidad, «no cortamos selvas, regamos desiertos, no hacemos el mundo, lo reinventamos». El maestro es el quicio de la puerta del día de mañana, el corazón del sistema educativo. Forjamos escaladores para llegar al techo del mundo, aunque no se muevan nunca de un laboratorio o un escritorio. ¡Otro gallo nos cantara si fueran docentes los que hicieran las leyes de educación! ¡Felicidades docente!, tú haces posible un mundo mejor, lleno de posibilidades y valores, distinto al marcado por el mercado.