Todos los dirigentes del PSOE se han apresurado a aplaudir con euforia la consignación presupuestaria del Estado en Cantabria y hasta el diputado regionalista José María Mazón se apresta a apoyar por tercera vez las cuentas del Gobierno Sánchez, sobre todo si se corrigen antes el olvido del soterramiento ferroviario de Torrelavega como exige el alcalde del PRC, Javier López Estrada, algunas otras carencias detectadas en el proyecto presupuestario, así como los retrasos en obras ya comprometidas como el tramo de la carretera Potes-Vega de Liébana o la duplicación de la línea férrea Renedo-Guarnizo. Por lo demás, el Gobierno Revilla destaca los avances presupuestarios en las infraestructuras ferroviarias y de carreteras, las inversiones en el Puerto de Santander, el pago de la deuda de Valdecilla y hasta las partidas de 11 millones para el Mupac y La Pasiega, que no son para tirar cohetes, pero sirven para abordar los trabajos iniciales en 2022.
Tener de nuevo como compañeros de viaje en los Presupuestos a los insaciables independentistas catalanes y vascos, que hasta desfilan juntos por la libertad de los asesinos de ETA, no es plato de gusto para los regionalistas, pero con los años se van acostumbrando: «Por eso no apoyamos la investidura de Sánchez, por esas malas compañías, pero ahora no vamos a rechazar unos Presupuestos que son buenos para Cantabria».
La oposición, sin embargo, niega la mayor. En su opinión, los Presupuestos del Estado certifican el olvido a Cantabria porque sólo llegan migajas de las cuentas más expansivas de los últimos años, por cierto sustentadas en unas previsiones de crecimiento económico y de ingresos que resultan irreales como han puesto de manifiesto sucesivamente el FMI, el INE, el BBVA, la Airef y finalmente el gobernador del Banco de España. Ese mismo optimismo tan dudoso es el que se advierte en los Presupuestos de Cantabria para el año que viene.
El PP pide por enésima vez a Revilla que rompa el inútil pacto con Sánchez, que margina a Cantabria en los Presupuestos, que deja la ganadería a merced del lobo e indefensa a la industria electrointensiva, como ya se constata en Ferroatlántica y en otras grandes empresas.
Para el Gobierno, la situación de la industria electrointensiva es muy grave, pero al menos puede ser reversible. Hay un problema que le preocupa más, por el riesgo de que se convierta en una losa estructural para el porvenir de Cantabria: la financiación autonómica.
El Ejecutivo Revilla ya tiene el apoyo del aliado socialista, y espera contar con la unanimidad del Parlamento de Cantabria, para defender en el encuentro de noviembre en Galicia de los presidentes de ocho comunidades (Asturias, Aragón, las dos Castillas, La Rioja, Extremadura, Cantabria y la anfitriona) una financiación autonómica basada en el coste de los servicios y que tenga en cuenta factores como la dispersión demográfica, el envejecimiento de la población y la orografía. Enfrente, un puñado más pequeño de regiones poderosas: Andalucía, Valencia, Cataluña, Madrid y Murcia, con diferentes prioridades en el asunto, pero que en general priman el factor de la población.
Una batalla incierta en la que las ideologías quedan en segundo término. El presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, buscaba un frente común del PSOE en esta materia y no ha podido ser. Todas las regiones urgen la reforma de la financiación autonómica, pero hay que elegir entre posiciones opuestas. La Conferencia de Presidentes que Pedro Sánchez ha anunciado para diciembre en La Palma deberá abordar la tan espinosa reforma.
Cantabria es tradicionalmente la región que más financiación recibe por habitante, hasta 3.160 euros en el último ejercicio, pero el Gobierno regional se teme que con la implantación del nuevo modelo empiece a perder dinero a favor de otras regiones más beneficiadas. Hasta ahí podíamos llegar: una cosa es que otras comunidades infrafinanciadas tengan un mejor trato y otra que Cantabria pierda el estatus actual. Entonces sí que el pacto con Sánchez puede quebrarse porque, a juicio del Gobierno Revilla, en este asunto de la financiación autonómica va en juego el futuro de Cantabria. El desafío suena bastante radical, pero habrá que esperar y ver cómo se las gasta Sánchez y cómo responde Revilla.
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