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En los años cincuenta y sesenta llegaron a Torrelavega muchos cántabros del interior de la región para trabajar en las grandes empresas que se ... habían instalado en la ciudad. Sniace, Solvay, RCA y General eran una tentación para los que preferían dejar el pueblo y vivir la modernización que se estaba gestando.
El trabajo ingrato y la incertidumbre de la vida del campo hizo que muchos jóvenes se dirigieran a Torrelavega y comenzaran a poblar los barrios que empezaron a construirse: Inmobiliaria, Covadonga y Nueva Ciudad. Llegaban con la memoria de su vida rural a la espalda. Y con ella, su cultura, su lenguaje. Algunos de los pueblos más próximos, compatibilizaron las faenas del campo con el trabajo en la empresa constituyendo lo que se denominó el obrero mixto. Unas vacas, un pequeño terreno y entre la mujer (con el peso de la casa y labores de campo) y el hombre (la siega, el ganado y la fábrica) se iba tirando.
En Torelavega se producía un mestizaje entre la cultura rural y la urbana intensificado por las relaciones que se producían con motivo de las ferias de los primeros y terceros domingos de cada mes y los mercados de los jueves. Quizás todo ello contribuyó a que en nuestra ciudad siempre hubo un gran interés por el folclore y las tradiciones de Cantabria. Estos días se ha presentado el libro 'Como el viejo roble. Cuentos, mitos y costumbres de la tierra cántabra', escrito por Armando Miguel Martín, publicado por Quálea, editorial torrelaveguense. El volumen reúne una selección de relatos narrados en tercera persona de temas costumbristas ambientados en diversas valles de Cantabria: Cabuérniga, Vega de Pas, Liébana Campoo más uno en Castro Urdiales que revelan que el autor ha pateados los pueblos de la comunidad. Algunos están basados en leyendas transmitidas a través de generaciones.
La gente de las aldeas, con los trabajos y los días, y la naturaleza ocupan las páginas del libro en bellas descripciones. Pero quizás el valor más importante del libro sea la recreación que hace el autor del habla de los pueblos. Tal vez en Torrelavega, por lo que apuntaba en las primeras líneas, se entienda más. Hay palabras que se han hecho familiares y están instaladas en nuestro en nuestro acervo cotidiano. Otras están condenadas a desaparecer. Un vocabulario al final del libro explica el significado de aquellas menos habituales.
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Ana del Castillo
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