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Salta a la vista que no es oro todo lo que reluce en internet, nueva era-plataforma de la comunicación que tantas virtudes posee. ... Ojito, pues, con dejarse seducir siempre por sus atractivos cantos de sirena. Ojito. Como demuestran los hechos, detrás de su indiscutible encanto y sentido práctico aplicado al conocimiento y la amistad, también enmascara la manipulación y el delito. Abunda la casuística. Viéndola venir, el inolvidable maestro de la teoría de mi maravilloso oficio, McLuhan, escribió hace muchos años: «Nos estamos acercando rápidamente a la fase final de las extensiones del hombre: la simulación tecnológica de la conciencia por la cual los procesos creativos del conocimiento se extenderán, colectiva y corporativamente, al conjunto de la sociedad humana de un modo muy parecido a como ya hemos extendido nuestros sentidos y nervios con los diversos medios de comunicación». Intuyó, sí, que se avecinaba algo muy relevante. Trasladado al hoy, aquí y ahora, la posibilidad de asumir la existencia, cual acto de fe, vía pantalla de ordenador o teléfono móvil. No en vano advirtió Marshall de que «los medios eléctricos constituyen una transformación total y casi instantánea en los procesos de formación cultural, valores y actitudes. Este trastorno genera gran dolor y pérdida de identidad, que puede mejorarse solo a través de una conciencia de su dinámica.
Si entendemos las transformaciones revolucionarias causadas por los nuevos medios, podemos anticiparlas y controlarlas, pero si continuamos en nuestro trance subliminal auto-inducido seremos sus esclavos». Cada individuo ha de permanecer atento a lo que se le propone en la red. O sea, debe ser capaz de elegir entre las innumerables fuentes informativas que tiene a su disposición pulsando el ratón de plástico situado en la alfombrilla de la mesa. ¿Por qué? ¡Por la cuenta que le trae! Así de sencillo. Marshall McLuhan no pudo estar más brillante e incisivo cuando declaró sin pelos en la lengua: «Debido a la gran velocidad con que se mueve la información de hoy, tenemos la oportunidad de detener, predecir e influir en las fuerzas ambientales que nos conforman y así recuperar el control de nuestro propio destino.
Las nuevas extensiones del hombre y el medio ambiente que generan son la manifestación central del proceso evolutivo. Sin embargo, aún no podemos liberarnos de la ilusión de que lo que cuenta es cómo se usa un medio, en lugar de lo que nos hace a nosotros y con nosotros. Esta es la postura zombie del idiota tecnológico. Para escapar de este trance de Narciso he tratado de rastrear y revelar el impacto de los medios de comunicación en el hombre, desde el principio del tiempo registrado hasta el presente». Amén.
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