Remate a placer

Ordóñez dio altavoz parlamentario a los grupos ciudadanos que protestan por las restricciones que el puerto santanderino, y también otros, imponen a los flujos migratorios, mientras que al mismo tiempo permiten el transporte de armas y explosivos a países con regímenes autoritarios como Arabia.

Las dos cosas son ciertas, y sin embargo, en ambas la toma de decisiones no corresponde a las autoridades portuarias sino que se ajustan a la normativa del Estado en materia de seguridad y control de fronteras, y a la política internacional del Gobierno de turno, con sus implicaciones económicas y laborales como las que entran en juego en proyectos como el del consorcio español para el AVE a La Meca o los barcos que construye Navantia para la Armada saudí.

Revilla ni siquiera se molestó mucho en rebatir los argumentos de Ordóñez sobre la desproporción que supone la valla para los pocos casos detectados y sobre los tintes xenófobos que la inspiran. En realidad, la pregunta resultó un balón muy bien centrado para que el presidente lo rematara a placer, con el anuncio a bombo y platillo y las correspondientes infografías del nuevo ferri y la remodelación portuaria que solucionará el problema. Como para reñir a la portavoz de Podemos, si en vez de ponerle en dificultades le dio la oportunidad de hacer campaña.