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El rodillo parlamentario que el Gobierno regional PRC/PSOE acaba de aplicar sin contemplaciones para aprobar los Presupuestos 2020 sin aceptar más que una de ... las 636 enmiendas presentadas por los partidos de la oposición, como si no hubiera en ellas nada aprovechable, resulta todo un alarde de suficiencia. También es la reacción altanera frente a las críticas que presentan a un Ejecutivo desbordado por una crisis industrial explosiva que no ha visto llegar y que le ha obligado a actuar a remolque de los acontecimientos.
No hace todavía un mes que los portavoces del Gobierno defendían los Presupuestos con datos felices sobre la buena marcha de la economía y el empleo cuando ya empezaban a desgranarse las cuentas de un rosario doloroso de expedientes de regulación de miles de puestos de trabajo en numerosas empresas señeras de la región. En el área de la industria, la previsión presupuestaria era de un año de transición; ahora parece más bien un año de emergencia.
Pocas veces se le ha visto a Miguel Ángel Revilla, habitualmente sobrado de recursos dialécticos, tan desconcertado ante la vorágine. Sólo una vaga explicación para salir del paso sobre los factores externos de la crisis y su intención de abordarla con Pedro Sánchez en su ronda con los presidentes autonómicos. Hasta en las filas regionalistas han visto titubeante al presidente y con pocos reflejos al consejero de Industria, Francisco Martín, para reaccionar ante los primeros síntomas del problema y de paso proteger al jefe. Las frenéticas gestiones de estos días en Bruselas, ante el Ministerio de Industria, con los empresarios o los agentes sociales sugieren la inacción de los meses anteriores, pese a las advertencias de la oposición, del mundo empresarial y de los sindicatos sobre la incierta situación.
En su defensa, Martín niega la mayor: no hay tal crisis, no hay una catarata de concursos de acreedores y despidos consumados, no hay pasividad en el Gobierno. Lo que acontece es una contracción en los mercados después de un ciclo de notable crecimiento, de modo que las empresas articulan mecanismos preventivos debido a las incertidumbres internacionales y quizá por el temor a un gobierno PSOE-Podemos que, por ejemplo, pueda derogar la reforma laboral. En todo caso, la secuencia diaria de expedientes de regulación de empleo ha causado una alarma difícil de contener.
Al Gobierno no le falta razón cuando subraya como desencadenantes de la crisis las fricciones del comercio internacional, las transiciones en la energía y en la automoción, asociadas al cambio climático, o la parálisis de la política nacional, factores que se escapan a la influencia y capacidad de una comunidad uniprovincial como Cantabria. Pero claro, tampoco en su momento se han sustraído a la tentación de ponerse medallas cuando, también desde fuera, llegaban vientos soplando a favor de la economía y el empleo.
Al Ejecutivo no se le puede exigir que Cantabria sea inmune a las turbulencias globales de la economía, pero sí avances en las condiciones para la creación de un modelo de región reconocible. Ese propósito apenas se percibe en los Presupuestos 2020, centrados en los gastos corrientes y huérfanos de inversión productiva. Al final de la pasada legislatura, ya con el aroma electoral en el ambiente, había dos planes estratégicos en danza, uno del Gobierno y otro de la CEOE, llamados a dibujar la Cantabria del futuro a través de la colaboración y el deseable consenso de los agentes políticos, económicos y sociales, pero de momento no hay más que buenas intenciones. Más o menos como en el plan de reindustrialización del Besaya que tanto debate ha generado. Si la crisis supone también una oportunidad, como hemos oído sentenciar a pensadores de toda laya, éste es el momento de ponerse las pilas.
La inquietud afecta al conjunto del Gobierno, aunque no de manera uniforme. Al PSOE le toca esta vez resguardarse en la medida de lo posible y ver cómo se desenvuelve el socio. Después de abanderar con éxito electoral la reivindicación a Madrid, sobre las conexiones ferroviarias con Madrid y Bilbao o el centro logístico de La Pasiega, etc., ahora le toca al regionalismo bregar con un grave problema. Para rematar el oscuro panorama, la depresión industrial incluye al proyecto de la mina de zinc, promocionado en exclusiva por el PRC durante los últimos años frente al escepticismo generalizado, por decirlo suavemente, incluido el PSOE, que estos días frecuenta la ironía sobre las duchas de agua helada que están calmando la 'fiebre del zinc' de su aliado en el Gobierno.
En el Gobierno Revilla prefieren cruzar los dedos al llegar la tregua navideña, en la esperanza de que la crisis sea coyuntural, que volverá la templanza a los mercados nacionales y la estabilidad política en España para que la industria recupere la confianza más pronto que tarde. Puestos a ser prácticos, dicen que es mejor que la crisis se presente ahora y no al final de la legislatura, en vísperas electorales, que para eso queda mucho tiempo por delante.
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