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Si la envidia es uno de nuestros grandes males, no lo es menos el rencor. Y hago esta reflexión con la perspectiva que dan los años vividos desde la postguerra hasta la transición democrática y el actual 'Estado de las Autonomías'.
El hecho de que ... esta región hubiera padecido la guerra civil con todas sus consecuencias –sufrimiento, miseria, muerte, traiciones y heroicidades– bajo los dos bandos beligerantes, tenía que haber creado necesariamente –al margen de lo pasional– sentimientos y resentimientos enfrentados. La condición humana es así. Para mí fue sorprendente, entre las décadas de los años 60-70, tanto en mi vida profesional como en mis relaciones personales o sociales, el hecho de haber conocido en Torrelavega –en Cantabria en general–, a muchas personas con ideologías políticas diversas, tanto de la izquierda como de la derecha, que aun marcados por las huellas del pasado con su pena, nunca manifestaban ansia de revanchismo, ni sentimientos de odio o rencor.
La vida sigue su curso, y hoy no puedo dejar de inquietarme ante las generaciones actuales. En el marco de una monarquía constitucional, superada la transición democrática ejemplar desde una dictadura, asistimos al insensato despertar de un guerra-civilismo con imprevisibles consecuencias para el gobierno del Estado, y todavía peor para nuestra Nación.
¿Algunas medidas legales de los últimos gobiernos favorecen la cordialidad democrática, base de la convivencia en libertad? Difícil perdonar al presidente Zapatero su sesgada y tendenciosa 'Ley de Memoria Histórica'. ¿Somos unos desmemoriados quienes vivimos durante el régimen del general Franco? ¿Podemos olvidar, entre otras cosas, las conquistas sociales que hicieron posible una clase media como soporte básico de nuestro desarrollo económico? Un Decreto del rey Juan Carlos había dispuesto el Valle de los Caídos como sepulcro de Franco, y –quizás inconscientemente– enterrar con él y para siempre el triste pasado de la última guerra civil. Con los escasos supervivientes que combatieron –quinta del biberón ya con 98 y más años–, ¿decretar la exhumación de la momia de Franco puede ser la gran victoria de la democracia –Sánchez dixit–? Ya no solo podemos con un cadáver lograr un doctorado en medicina, sino también conseguir más votos en unas elecciones. Escuché hace unos días la caradura y desfachatez del señor Torra, presidente autonómico: «La democracia española está haciendo agua». Seguimos impasibles: por desgracia, me temo que esta vez está en lo cierto.
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