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Varias son las voces que predicen, para un futuro más o menos próximo, el establecimiento de una renta básica universal para todas las personas por el hecho simplemente de vivir. Fundamentan tal idea en el hecho de que las nuevas tecnologías, con una robotización creciente ... de nuestra economía, llevará a la sustitución de la mano de obra humana por robots capaces de hacer los trabajos con mayor eficacia y seguridad. La plena robotización de los sistemas productivos, plantean estos gurús del futuro, hará que las personas no tengan que realizar trabajo alguno, al menos manual, salvo una élite para la toma de decisiones que no se quieran dejar en manos de las propias máquinas, lo que permitirá que los demás puedan dedicar su tiempo al ocio, la cultura o las actividades que crean más convenientes. Planteadas las cosas así -y ello sin entrar en lo que un mundo de esas caracteristicas puede suponer para el futuro de la humanidad, en la que una élite muy reducida controlaría totalmente al resto-, es claro que toda esa masa de personas sin trabajo, y por ello sin capacidad de obtener un salario para su sostenimiento, precisaría contar con unos medios económicos que sustituyeran al salario que ya no podría obtener, lo que obligaría a establecer con carácter universal una renta básica que diese a toda persona la posibilidad de vivir con la dignidad que a todo ser humano corresponde.
Claro, que detrás de esa política, aparentemente altruista y humanitaria, es posible que se escondan otras razones más prosaicas e interesadas. En primer lugar estaría la necesidad de mantener a toda esa población con la adecuada tranquilidad social que evite las consecuencias que la desesperacion por su falta de recursos conllevaría. En segundo lugar estaría la necesidad de que la población consuma los productos que fabriquen los robots y los servicios que éstos faciliten, pues si ello no fuese asi carecería de sentido su produccion.
Aunque algunos ven cerca este escenario, es seguro que aún pase mucho tiempo antes de que tal futuro se materialice, pero antes de que ese dia llegue es seguro que se irá produciendo un paulatino incremento en el número de robots y máquinas inteligentes que permitirán descargarnos de los trabajos más penosos, repetitivos o peligrosos, lo que ayudará a mejorar las condiciones de trabajo reservadas a las personas y a incrementar la eficiencia de los medios disponibles, pero que en contrapartida conducirá a la destrucción de un creciente número de puestos de trabajo.
Sin entrar en las implicaciones sociológicas y éticas que una sociedad de tales características supondrá en las relaciones humanas, así como la dependencia que tales personas tendrán de quienes controlen tales medios, es indudable que debemos prepararnos para hacer frente a lo que tal situación conllevará. Considerando por ello una paulatina pérdida de empleos disponibles parece lógico que la renta básica, antes de llegar a su generalización, sea implementada paulatinamente para determinados colectivos de personas, hombres o mujeres, que realicen determinados fines sociales. Pensemos, por ejemplo, en los niños y jóvenes cuyos dos progenitores trabajen, a los cuales les resulta difícil darles la atención, física y emocional, que para su armónico desarrollo precisan. Igual planteamiento cabe hacer para las personas mayores, las cuales en un tanto por ciento muy elevado sufren, si no de un abandono físico, sí de un desamparo emocional muy elevado, el cual puede conducir a un grado de soledad realmente aterrador, tal y como ya ponen de manifiesto los estudios realizados al respecto. Tanto unas como otras situaciones tratan de resolverse a través de instituciones, públicas o privadas, que si bien palían el problema no lo resuelven, pues nunca las mismas podrán sustituir a la familia y a la atención personalizada, desinteresada y amorosa, que la misma aporta.
Es por ello que, más allá de situaciones puntuales, que exigen medidas excepcionales por tiempos limitados y para colectivos concretos, como fue la generada por el covid-19, la implantación de una renta, adecuada y suficiente, que permita a los miembros de la familia que dediquen todo su tiempo al cuidado de sus hijos pequeños, o a familiares directos que por su edad o carencias físicas precisen de atención especial, podría ser el camino para comenzar a aplicar un sistema de retribución, en forma de renta básica selectiva, antes de que la inmensa mayoría de los ciudadanos, por la robotización total de nuestra economía, lleguen obligadamente a tal estadio. Claro, que ello exige hacer frente a tales gastos, por lo que es muy probable que los robots que en el futuro sustituyan a un trabajador humano tengan que pagar los correspondientes impuestos igual no está tan lejos como ahora pudiéramos pensar.
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