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Repensando el Estado del Bienestar
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ANÁLISIS ·
Ahora es el momento de endeudarse todo lo que haga falta pero después habrá que contribuir en mayor medida a las arcas estatalesAunque, en ocasiones, los españoles tenemos un comportamiento ejemplar, y hay muestras sobradas de ello, en otras tendemos a comportarnos como niños mimados, que se ... empeñan en tener todo lo que quieren, sin preocuparse del coste y el esfuerzo que tienen que hacer sus padres para conseguirlas.
Cuando la situación económica es boyante da la impresión de que todo es posible y que, por lo tanto, se pueden satisfacer todos nuestros deseos. Cuando la economía se resiente, hacer juegos malabares para intentar satisfacer tales deseos, siendo lógico que, a menudo, estos no se logren.
Pues bien, cuando pasamos del plano individual al colectivo, la situación se repite. Durante los años de bonanza económica, el Estado, y más en particular lo que ha dado en conocerse como Estados del Bienestar, han sido capaces de cubrir prácticamente todos nuestros deseos. Desde finales de la primera década del siglo actual, sin embargo, las limitaciones financieras del primero y, en consecuencia, la capacidad de actuación del segundo, se han vuelto más que evidentes, sobre todo porque las peticiones de ayuda realizadas a uno y otro no han hecho más que crecer.
Admitiendo que estas peticiones no son, en la inmensa mayoría de los casos, ningún capricho si no pura necesidad, lo cierto es que seguimos actuando como si la capacidad financiera del Estado no tuviera límites. Da lo mismo que se trate de los ERTE, del Ingreso Mínimo Vital, de las pensiones, de ayudas a sectores en crisis, de financiación de la sanidad y la educación, de mejora del subsidio de desempleo, etc., etc., la realidad es que no paramos de pedir al Estado que nos ayude, que nos eche una mano cuando las cosas vienen mal dadas, porque creemos o queremos creer que es el responsable último de todo lo malo que nos sucede. Y, aunque no hay ninguna duda de que el Estado es responsable de muchas cosas, tampoco la hay de que, en una economía social de mercado, no lo es de todas.
No deja de ser curioso, sin embargo, que en una estructura institucional como la nuestra, los ciudadanos tendamos a acentuar más el componente 'social' o el de 'mercado', según nos interese. Ahora bien, si por mor de las circunstancias, como sucede ahora, hay que poner el acento en lo social, deberíamos entender que esto incluye tanto la prestación de numerosos servicios sociales como el contar con la financiación necesaria para hacerlo. Mientras no se invente otro método, y me temo que esto no se va a conseguir, si queremos tener mejor sanidad, mejor educación, mejores servicios sociales, más apoyo a nuestros mayores, a nuestros parados, a nuestro sistema productivo, etc., etc., tendremos que contar con los medios financieros para hacerlo. Y ello, en último término, sólo se consigue con una mayor recaudación impositiva, proveniente, además de una más intensa lucha contra el fraude, de un mayor nivel de actividad y una mayor productividad. Lo social y lo económico (el mercado) están, pues, indisolublemente unidos.
Ahora que las costuras del Estado del Bienestar se muestran más frágiles que nunca, cuando vemos que nuestra sanidad no era, ni de lejos, la mejor del mundo, cuando el número de pensionistas aumenta cada día más, cuando nuestro sistema educativo deja mucho que desear, es el momento, creo yo, de que repensemos qué Estado del Bienestar queremos para el futuro y de cómo estamos dispuestos a financiarlo. Si, por ejemplo, queremos un Estado del Bienestar tan potente como el de los países nórdicos, tendremos que estar dispuestos a comportarnos como nórdicos en lo que atañe al cumplimiento de nuestras obligaciones sociales y, en particular, de las tributarias.
Aunque es cierto que la gestión de la economía de un país difiere de la de la economía familiar en que la primera tiene una mucho mayor capacidad relativa y absoluta de endeudamiento, no cabe ninguna duda de que el endeudamiento público no puede ser ni infinito ni eterno. Es por ello, precisamente, que reconocemos que, como Estado, ahora es el momento de endeudarse todo lo que haga falta, siendo conscientes de que, antes o después, habrá que apretarse el cinturón y estar dispuestos a contribuir en mayor medida a las arcas del Estado. Una repensada a nuestro sistema tributario, a nuestro compromiso social y a lo que cabalmente podemos exigir se hace, a mi juicio, indispensable, si queremos que el Estado del Bienestar esté a la altura de las circunstancias.
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Ana del Castillo
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