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La ignorancia es una barca sin remos, siempre arrastrada por los caprichos de la corriente. Y alrededor del 14 de abril, la corriente tricolor se nutre más que nunca de elementos distorsionadores. La machacona insistencia de que la II República es patrimonio histórico de la ... izquierda y legítimo autogobierno del pueblo, se ha convertido en una corriente de opinión que, después de noventa años, está a punto de arrojarnos al barranquismo con los ojos cerrados. Porque no es oro todo lo que reluce.
Después de un intento de golpe de estado de la izquierda con una insurrección militar que fracasó en diciembre de 1930 (les sonará lo de la sublevación de Jaca), las elecciones del 12 de abril de 1931 fueron la oportunidad perfecta para tomar las calles y proclamar el nuevo régimen, pero con un criterio democrático de una dudosa legalidad que me recuerda bastante a las intentonas separatistas disfrazadas de democráticas en Cataluña, ya que las elecciones no se convocaron para votar por la república o la monarquía, ni siquiera para formar el Gobierno de la nación, sino para elegir a unos 80.000 concejales de los municipios. Si aquella revuelta triunfó supongo que sería porque Alfonso XIII no quiso enfrentar a las dos Españas o bien porque terminó hasta las narices de los españoles, que también pesaría para tomar la decisión de marcharse del país.
La izquierda estuvo gobernando, por cierto, elevando a 'mártires' a los militares golpistas de 1930, pero no pudo ganar las elecciones generales de 1933 y reaccionó como los malos perdedores, organizando en octubre de 1934 huelgas, revueltas y revoluciones para destruir el régimen democrático republicano, que era lo que pretendió la llamada revolución de Asturias (con una implicación directa del PSOE) y qué les voy a decir de la rebelión en Cataluña donde el Gobierno de Esquerra Republicana proclamó el Estado catalán. El pillaje, la violencia y el terrorismo callejero se sufrió en los más importantes núcleos urbanos del país aquel año de 1934 impulsado por las fuerzas de izquierda, derivando en el triste resultado de miles de muertos (entre 1.000 y 4.000, según las confusas fuentes de la época).
El resto de la historia de la II República, con la izquierda regresando al poder, está llena de revanchismo y de odio. Nadie se merece su apropiación moral, porque todos intentaron destruirla. Hemos estado bastante tiempo navegando sin remos para sumirnos en una deriva placentera y contemplativa. Ya es hora de recuperar la verdad de la otra bandera y poner rumbo al destino que marca nuestra voluntad, no el de la corriente que nos lleva.
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