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La crisis ha desnudado un inquietante trampantojo. Desde arriba se lavaron las manos acusándonos, a los de abajo, de ser los culpables de la quiebra económica por haber aspirado a vivir por encima de nuestras posibilidades. Que, evidentemente, nunca podrán ser como las suyas. Es ... una de las pocas certezas de estas tinieblas.
Nos impusieron como penitencia ajustes y recortes. Mientras los bancos nos desahuciaban, mientras perdíamos el trabajo, mientras se apagó la luz y se vaciaron nuestras despensas, ellos permanecieron impasibles. Sólo la banca despertó la compasión del Gobierno y, ahora, de la Justicia. Sólo les rescataron a ellos, a los que nos vendían preferentes y cláusulas abusivas.
Sabíamos que la Justicia de altos vuelos no es ciega, sino probablemente tuerta del ojo derecho o izquierdo, según pinten las mayorías de designados políticos en los consejos supremos. Ahora se nos revela, con impúdica transparencia, que también se levanta la venda para sofocar las consecuencias de sus propios dictados siempre, claro, a beneficio de poderosos.
El Supremo sentenció que los bancos paguen el impuesto hipotecario e inmediatamente se retractó, en un conciliábulo de togas sin precedentes. Fulminante cambio de criterio que invita a malpensar que se imparte justicia con cierta arbitrariedad.
Jamás se ha hecho una lectura judicial semejante para aliviar efectos de sentencias que provoquen –como se ha invocado en este caso– «una enorme repercusión económica y social». Un argumento piadoso que no ha conducido, con lógica, a indultar las viviendas cántabras con sentencia de demolición, o la depuradora de Vuelta Ostrera. Al parecer todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla.
La banca se dispara en Bolsa tras rectificarse el Supremo. La Justicia está más preocupada por favorecer a las élites que a los ciudadanos. El adinerado 20% de la población tiene un control excesivo sobre todo. La distancia entre los poderes del estado y económicos es demasiado escasa. La banca siempre gana, proclama la ruleta de la justicia. Es la segunda vez que se rescata a los bancos. La incertidumbre ahora es quien rescata al Supremo de este bochornoso naufragio moral.
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