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He trabajado durante toda mi vida en empresas tecnológicas y en política, tratando de aportar la experiencia a la vida pública. Y tengo que decir que me siento abochornado por la situación laboral de Cantabria. Es muy duro ver que tu comunidad lidera el ... paro juvenil en España, que tres de cada cinco jóvenes no encuentra empleo en tu tierra. Un problema grave en los últimos años, que se ha acentuado con la pandemia.
Lo que más me duele de esta situación es que no hay la más mínima iniciativa política para remediarlo. Da la sensación de que nuestros jóvenes no son una prioridad, ya que no tienen espacio en nuestro sistema productivo. El Gobierno regional se limita a poner parches, alardeando de una renta mínima, como si el dinero fuera suficiente para ocultar la tragedia de tener a la mayor parte de una generación cruzada de brazos.
He tenido oportunidad de leer el último documento del Papa Francisco, donde aborda este problema concreto. Asegura que «en una sociedad realmente desarrollada el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones...». En definitiva, una cuestión de dignidad personal.
Estoy totalmente de acuerdo con estas afirmaciones. Y por eso estoy totalmente en desacuerdo con los políticos del corto plazo, que solo buscan ganarse el favor popular repartiendo dinero, en vez de aportando soluciones y facilitando la generación de empleo. Tenemos un Gobierno regional que no respeta a los jóvenes de Cantabria, que cree que puede distraerles con paguitas, mientras impide su desarrollo personal.
Gracias a mi actual trabajo en el Senado he tenido la oportunidad de conocer numerosas iniciativas de otras comunidades, tanto del PP como de otros partidos. Son Gobiernos que apuestan por la creación de empleo y por la innovación, que no buscan la satisfacción inmediata, sino facilitar oportunidades, respaldando la actividad de empresarios, o como emprendedores y autónomos. Y por eso ninguna comunidad autónoma presenta los datos de paro juvenil que ofrece Cantabria.
Me parece evidente que la formación profesional e universitaria de Cantabria es satisfactoria, aunque mejoraría prestando atención a lo que demanda el mercado laboral. Tenemos a jóvenes bien formados, preparados para los nuevos desafíos, pero somos incapaces de ofrecerles salidas. Y hay todo un mundo de nuevas tecnologías que requiere capacitación y buena formación. Solo falta contar con personas capaces de alentarlo y desarrollarlo desde el Gobierno regional.
Hay todo un mundo de oportunidades en el mundo digital, en el 'big data' y en los análisis relevantes de la información en el que aún podemos tener un espacio. Estoy convencido de que Cantabria tiene futuro si sabe llegar a tiempo en todo este ámbito que conforma la cuarta revolución industrial.
Pero el problema es que quienes deberían llevar el problema del paro juvenil al primer plano de la actualidad solo juegan a llegar a las próximas elecciones. Para ello necesitan algunos millones de euros que les permitan reactivar determinada obra pública o que maquillen los datos durante unos meses. Y todo mientras se pasean por los platós de las televisiones lanzando balones fuera o culpando al virus de todos los males que ya estaban presentes antes de la pandemia.
Hay empresarios, profesores y personal de la Administración Pública de Cantabria que tienen mucho que decir en esta cuestión. Es hora de escucharles de verdad, es hora de ponerse a trabajar con quienes tienen experiencia en la creación de empleo y con quienes aportan soluciones.
Pero el primer punto es reconocer que algo ha fallado. Ser consciente de que las propuestas populistas de corto plazo son las que nos han llevado hasta aquí y saber que Madrid no nos va a sacar las castañas del fuego..., y menos aún con los personajes que dirigen el Gobierno en nuestros días.
Mientras sigamos jugando a la micropolítica, a la ayuda fácil para ir tirando, seguiremos sin tener ningún respeto a la dignidad de las nuevas generaciones.
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