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La expansión y evolución del español desde sus orígenes castellanos ha recorrido un largo camino hasta convertirse hoy en la segunda lengua materna más hablada del mundo. En tiempos de Cervantes ya había consolidado las principales transformaciones gramaticales que determinaron sus características más definitivas y ... había comenzado su propagación por América; sin embargo, solo eran seis los millones de hispanohablantes, muy pocos comparados con los casi seiscientos millones actuales pertenecientes a lugares y ámbitos sociales muy heterogéneos. Este extraordinario crecimiento ha venido generando cierta inquietud porque en él se advierte la amenaza de la fragmentación como sucedió a otras lenguas. Preservar su unidad, responder a las necesidades comunicativas de los hispanohablantes y seguir la senda del crecimiento constituyen los principales retos que debe superar el español.
Posiblemente, el reto más visible gravita sobre su unidad porque no es una lengua uniforme, presenta tantas diferencias y tan evidentes que podrían acentuarse y originar otras lenguas, un peligro no descartable según algunos lingüistas. Sin embargo, hoy se considera que las diferencias son la muestra de su seña de identidad: la diversidad, que, paradójicamente, lo mantiene unido. Por eso no tiene sentido mantener el tópico de que solo hay un español correcto, se admiten todas las variantes reconocidas por las Academias y eso aleja el riesgo de su escisión. Además de la corrección, el uso de la lengua también exige adecuación, la utilización del registro lingüístico apropiado a cada contexto comunicativo. El correspondiente a las redes sociales se distingue por la inmediatez y la brevedad impuestas por los límites de los caracteres y por contravenir normas ortográficas y gramaticales, peculiaridad que se califica 'no reprobable', como reconoce el director de la RAE Santiago Muñoz Machado: «Se escribe de manera absolutamente contraria a las reglas generales del idioma, al canon; pero no ocurre nada, porque las redes sociales son un ámbito cerrado y no perjudica a las normas». Sin embargo, de ninguna manera es aceptable trasladar sus usos al español común, una práctica que comienza a extenderse y que se debe evitar porque infringe la corrección gramatical y empobrece la competencia comunicativa de quienes no distinguen registros tan diferentes.
Mucho más generalizada viene siendo la persistente irrupción de extranjerismos. Una invasión convertida en acoso lingüístico que afecta a todos los ámbitos de la comunicación, especialmente a la innovación y desarrollo tecnológicos. Si bien la incorporación de estos vocablos no es rechazable porque pueden enriquecer el léxico español, su adaptación está sometida a las siguientes normas de cumplimiento obligatorio: sustituirlos por los sinónimos españoles, adaptarlos a las reglas ortográficas o escribirlos en cursiva o entrecomillados, pero nunca copiados literalmente. Con menos incidencia en el léxico pero sí en otros ámbitos de la gramática se constata la influencia de los denominados 'jerarcas lingüísticos'. Son personas o instituciones con relevancia social que publican manuales de estilo con normas gramaticales que, en ocasiones, difieren de las oficiales y provocan confusión. La discrepancia es respetable, pero el futuro del español requiere asumir sus reglas. Desde otro ámbito, menos gramatical y más social, se percibe el empeño en utilizar una lengua inclusiva, que no discrimine y destierre estereotipos sexistas heredados, un objetivo unánimemente aceptado hoy. Sin embargo no hay acuerdo en los procedimientos lingüísticos para lograrlo. Por una lado están quienes, entre otros medios, proponen utilizar la e (les alumnes), o la x (lxs alumnxs) como elementos de inclusión del masculino y femenino, o desdoblar los nombres (hijos e hijas) para referirse a grupos de personas de ambos géneros; por otro, quienes rechazan radicalmente ambas opciones porque consideran que la o de hijos incluye a hijos e hijas, y los desdoblamientos por obviar la ley de oro de la lingüística (la ley del mínimo esfuerzo). Además están quienes defienden que la lengua no es sexista, que lo verdaderamente sexista reside en su uso. Tres alternativas excluyentes que han generado una enconada polémica internacional, un debate sin un mínimo acuerdo cuya solución dependerá del uso mayoritario que prevalezca en el futuro.
Y la misma incertidumbre aguarda a los demás retos, aunque conviene recordar que propuestas ortográficas de Andrés Bello, Juan Ramón Jiménez, Unamuno y García Márquez fracasaron porque según la académica Paloma Díaz-Mas: «Las lenguas cambian por el uso de los hablantes, no por imposiciones desde el poder», argumento que precisa el también académico y lingüista Salvador Gutiérrez Ordóñez: «Los académicos decimos que no somos tanto legisladores como notarios del uso consagrado.[...] Los organismos como las academias, diccionarios... tratan de orientar los usos, pero la decisión final siempre corresponde a los hablantes», criterios seguidos por la RAE y Asale en la determinación de las normas. Aplicarlas supone la garantía para salvaguardar la unidad del español, aumentar su presencia en Internet y en organismos internacionales, acrecentar los hispanohablantes y afrontar con éxito nuevas formas de comunicación como la IA.
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