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Argelia anunció ayer su decisión de suspender con carácter inmediato el tratado de amistad con España, vigente desde octubre de 2002. Un hecho que se produce dos meses después de que Marruecos diera a conocer la carta remitida por Pedro Sánchez calificando su propuesta de ... autonomía para el Sáhara Occidental datada en 2007 como «la base más seria, realista y creíble para la resolución del contencioso». El comunicado argelino reprocha a España su dejación de las obligaciones que le corresponderían como administrador de un territorio colonial del que Marruecos se apropió sin encomendarse a nadie. Con lo que, según Argel, Madrid habría violado el derecho internacional y degradado la situación en el Sáhara y en el Magreb. Es posible que Argelia haya esperado a la comparecencia de Sánchez hoy en el Congreso.
Aunque su tardía reacción no puede desligarse de la modificación en las áreas de influencia de los principales actores al norte y al sur de la franja sahariana en paralelo a la guerra en Ucrania, y las posibilidades de comercialización a varias bandas de los recursos energéticos que precisan con urgencia tanto Europa como China y otros países asiáticos. Cuando África entera es víctima de una crisis alimentaria que tenderá a agravarse cada día. La carta de Pedro Sánchez revelada por la Corte de Rabat continúa llena de incógnitas sobre su origen y gestión, sobre los propósitos que perseguía y pudieran ser hoy evaluables, y hasta en la administración posterior de sus efectos. La polarización partidaria contribuye a ello incluso en el seno del propio Gobierno de coalición. Como si el secretismo encumbrara el poder cuando finalmente, en un sistema democrático, pone en evidencia sus debilidades.
Rabat notificó el cambio aún no explicado por Sánchez y el titular de Exteriores, José Manuel Albares, insistió en que nada cambiaría respecto al suministro de gas a nuestro país y los demás compromisos de Argelia. Es posible que la suspensión del Tratado de 2002 por parte de Argel no afecte significativamente al flujo energético, a la política de migración o al tránsito de nacionales argelinos por España. Pero el Gobierno deberá realizar esfuerzos ímprobos para que así sea, mientras no acaba de ofrecer resultados netos de su viraje respecto al Sáhara. Dejando en el ambiente la sensación de que ha actuado forzado, improvisando en la inseguridad y con una notable bisoñez que continúa tratando de disimular mostrándose enigmático.
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