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En la época del blanco/negro, nosotros/ellos, no sólo renuncias sino que rechazas los matices porque lees en ellos sesgadas segundas intenciones. No sólo está el maniqueísmo a la orden del día si no que viene acompañado de paranoia. Te repugnan las razones y ... posiciones del adversario y aceptas sin crítica las de los tuyos. No hay espacio para el disentimiento razonable, que eventualmente pueda conducir a un compromiso. Todo compromiso es una traición.
Así, cuando afirmo que los políticos de la nueva hornada parecen estar cortados por el mismo patrón, si te repugna la actitud de Sánchez me argumentas que este es con diferencia el peor porque hace gala de un cinismo integral, exhibido de forma impúdica, obscena, pornográfica. Pero si te repugna la de Abascal, Arrimadas, Casado o Iglesias, esos argumentos no cambian, lo único que cambia es el chivo expiatorio que has elegido. Añades que esta actitud, sea de Sánchez o de etcétera, es demoledora para la política y un pésimo ejemplo para los ciudadanos que ven el cinismo, la falsedad, el desprecio del otro, la mala fe, el abuso, no sólo como actitudes legitimadas sino las más apropiadas para prosperar en la sociedad actual. En esto estamos totalmente de acuerdo; pero un garbanzo negro no descompone el puchero, lo que descompone el puchero es que todos los dirigentes sean garbanzos negros.
Abascal utiliza cínicamente el nacionalismo español más mostrenco, adoptando posiciones superadas hace 40 años, porque ello le ha abierto una ventana de oportunidad para jugar un papel crucial en el futuro de España; cosa con la que ni soñaba cuando ocupaba una posición de favor en la comunidad de Madrid, que según propia confesión iba en contra de sus principios(?). Rivera y Arrimadas se pasaron por la entrepierna el compromiso con sus electores catalanes y se fueron a Madrid con la vista puesta en el sorpasso del PP; de paso también se pasaron por la susodicha, la posición original de 'partido bisagra' de la que surgió Ciudadanos y, como han hecho Sánchez y Casado, empujaron fuera del partido a los políticos de mayor experiencia que la suya propia. El paralelismo entre Casado y Sánchez es asombroso, empezando por el espinoso asunto de la tesis doctoral de Sánchez comparable al fraudulento máster de Casado; pero lo más sustancial ha sido el secuestro de las siglas de sus respectivos partidos, apartando a los políticos activos que pudieran hacerles sombra. En el caso de Casado, gente como Santamaría Guindos, Montoro... mientras promocionaba a sus incondicionales; en el caso de Sánchez, en el PSOE no ha dejado viejo experto con cabeza. Ya he dicho otras veces que Sánchez no tiene ideología, ¿pero cuál es la ideología de Casado?
Hay un sospechoso denominador común entre las tres derechas españolas: la utilización descarada del conflicto catalán para ganar votos en el resto de España. Exacta imagen especular de las izquierdas, que lo utilizan para ganar en Cataluña los votos que les faltan en el resto de España. No me olvido del otrora arrogante, cínico, impúdico, Iglesias, que abrió el atajo que hoy utiliza sin avergonzarse Abascal.
A pesar de las apariencias nunca he sostenido que Sánchez sea el político más acertado. Lo que sí he dicho es que Sánchez, al contrario que los demás, tiene un proyecto de salida al conflicto con Cataluña. Y, sí, me parece una aberración negar la existencia de un conflicto de claro origen sociológico que, como suele terminar ocurriendo, se ha politizado a extremos que parecerían ridículos si no fueran tan trágicos.
Mis lectores más asiduos posiblemente recuerden que, de antiguo, mi posición respecto al citado conflicto es que la única salida sostenible pasa por un acuerdo entre la derecha española y las derechas periféricas; asumiendo que estas derechas representan los intereses de la llamada burguesía (clase media y alta). Sólo que dichas derechas (con la posible excepción del PNV más lúcido ¿su herencia democristiana?) han renunciado de hecho a desempeñar el papel que históricamente habían venido representando. Así, pues, ha quedado un solo proyecto sobre la mesa, el de las izquierdas.
Ante esta situación las derechas se han rasgado las vestiduras poniendo de manifiesto su desesperación, porque se avecina un gobierno de corte socialdemócrata de los de antes de la tercera vía de Felipe González y Tony Blair, y porque la salida al dichoso conflicto pasa por recuperar la supuesta intención original de la Constitución de 1978 relativa a las nacionalidades históricas. El PP teme con razón que si sale adelante el programa de la izquierda le van a crecer peligrosamente los enanos: el incremento de Vox, el triunfo de partidos uniprovinciales siguiendo el modelo de Cantabria y Teruel, la separación de León... será principalmente a costa de sus votantes. Adiós a sus aspiraciones de lograr la mayoría en un futuro previsible. También está desesperado Puigdemont porque teme que Esquerra logre finalmente la presidencia de la Generalitat.
Cuando queda un único proyecto, por malo que sea termina por salir adelante. Y de nuevo, sí, creo que un gobierno 'malo' es mejor que un gobierno en funciones sine die.
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