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Iba a ser una legislatura plácida y triunfal para Revilla y la grey regionalista, ganadores contundentes de las elecciones autonómicas de 2019. Al ... histórico líder del PRC ya no se le podía reprochar que hubiese gobernado varios mandatos sin haber sido nunca el primero en las urnas, además el partido se había estrenado y reconfirmado en las Cortes y en el Parlamento de Cantabria disponía de una holgada mayoría con el PSOE, nada que ver con el periodo anterior cuando el Gobierno bipartito había tenido que negociar a derecha y a izquierda, y a veces en penosas condiciones, la investidura, los Presupuestos y otras leyes importantes. Quién sabe si en una situación tan favorable, Revilla hubiera explorado la idea de acometer su propio relevo desde el poder y marcharse a lo grande. Pero de repente, la bonanza empezó a nublarse bajo los efectos letales de un hito tan excepcional como la pandemia hasta alcanzar de lleno a Revilla, que ha atravesado esta primavera uno de los peores momentos de su larga carrera. En el debate político y en la opinión pública los detractores del presidente le presentan acabado, listo para pasar a retiro, mientras el regionalismo se juramenta para rescatar a su líder del bache y renovarle como abanderado, una última vez, en las urnas de 2023.
De los quince meses largos de pandemia, con tantas víctimas, tantas restricciones y tanto caos sanitario, los dos últimos han sido los más duros para Revilla a causa del conflicto de la hostelería. Desde el inédito escrache sufrido en su localidad de residencia, El Astillero, hasta el escándalo de la comida y el puro en un restaurante de Santander, dos episodios con mucho tirón mediático, también en el ámbito nacional. Lo justo para que la conversación pública en la calle y en las redes sociales, y también la discusión política se haya centrado en esta faceta de la pandemia. Los grupos de la oposición, Ciudadanos, Vox y el PP –casi siempre menos agresivo, por si algún día es llamado a apuntalar a Revilla en el Gobierno–, prolongan la polémica hasta donde sea posible mientras el jefe del Ejecutivo se defiende como puede, solo y acorralado en el Parlamento como esta semana, hasta reconocer que había mentido sobre el puro por temor a los acosadores. Revilla no estaba acostumbrado a estos malos tragos, ni en la calle ni en el debate político.
La ofensiva coincide con una sucesión de encuestas que pronostican un bajón considerable del PRC y de un Revilla crepuscular, y alguna de ellas incluso le sitúa por debajo del PP en intención de voto. Es llamativo porque va en contra de la tendencia reciente: a los presidentes y los partidos gobernantes les ha ido bien en las elecciones celebradas durante la pandemia: a Feijóo en Galicia, a Urkullu en el País Vasco, a Ayuso en Madrid y en menor medida al independentismo en Cataluña. Interpreta, sin embargo, el PRC que mantenerse al frente del escalafón en plena crisis, con Revilla el primero en grado de conocimiento y valoración de los electores, resultan indicios muy reconfortantes en una coyuntura tan difícil.
En las filas regionalistas cundió la preocupación en los días más duros del acoso a Revilla por la convulsión del sector hostelero, pero ahora prefieren emitir un mensaje optimista. Para empezar, creen que su líder se crece ante el castigo y también respiran porque el paisaje ha mejorado mucho. Revilla vende en los medios que la pandemia cede ante las vacunaciones, las restricciones se atenúan, la economía despierta y el verano promete muchos visitantes.
A más largo plazo, el Gobierno Revilla vislumbra una segunda mitad de la legislatura promisoria en Cantabria: con abundante dinero público, vía Europa y Administración del Estado, y con inversión privada de los empresarios dispuestos a aprovechar el buen ciclo económico y de creación de empleo que esperan en muchos sectores productivos, con la construcción en primer término. O sea, el cronograma regionalista se mantiene: resistir este 2021, tomar impulso en 2022, volver a ganar en los comicios de 2023.
Revilla, como siempre, es el eje sobre el que gira la política de Cantabria, la del presente y la del futuro. El alboroto por la 'pillada' de la comida y el puro terminará por quedarse en una anécdota más del personaje, pero la oposición, con el PP a la expectativa de un cambio de ciclo favorable, seguirá martilleando el argumento de que el presidente, 80 años cumplidos cuando lleguen las elecciones, es ya un político amortizado, sin vigor ni reflejos para desempeñar tan altas responsabilidades. En el PRC, en cambio, ni siquiera ven al PP subido a otro 'tsunami' que les encarame al poder como en la crisis de 2011, porque la situación económica y laboral va a mejorar. Y ahí, dicen sus partidarios, estará otra vez Revilla, vendiéndose en la televisión, para luego recoger los frutos en las urnas. Siempre que la salud le respete estos dos próximos años, claro.
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Ana del Castillo
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