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Después de 38 debates de investidura y de orientación política del Gobierno, todos los celebrados en la Cantabria autonómica, 15 de ellos como presidente, ... Miguel Ángel Revilla compite esencialmente contra sí mismo en el Parlamento para prolongar si puede el fulgor de una larga carrera política. Y más ahora, que se sabe respaldado por una cómoda mayoría en la Cámara y que la oposición es bastante llevadera, entre los consensos intermitentes y los rifirrafes de rigor.
Revilla terminó ayer con razonable frescura su discurso de 137 minutos, el más largo desde 2017, y las discusiones posteriores con la oposición de PP, Ciudadanos y Vox. Quizá se trataba de acallar con un relato exhaustivo y con reflejos dialécticos el extendido murmullo político y ciudadano sobre su declive vital y su falta de liderazgo durante los últimos meses de la pandemia, con el conflicto hostelero como hito principal de uno de sus peores momentos a dos años vista de las elecciones en las que el PRC cuenta con su fundador como abanderado por última vez.
El presidente se abrazó al optimismo para saludar el final de la pandemia y el principio de la recuperación económica y laboral. En fin, ese alegato que tanto ha frecuentado estos años: Cuando España va mal, Cantabria sufre menos que la media; cuando España mejora, Cantabria crece más que cualquier territorio. Hasta la reivindicación al Gobierno Sánchez funciona bastante bien, sugiere Revilla, en el avance del AVE, en las infraestructuras, en el suministro de agua del pantano del Ebro, en el dinero que va llegando... a la incierta expectativa de los fondos europeos para La Pasiega y el Mupac.
En el discurso sobre la acción del Gobierno bipartito, además del largo capítulo sobre la batalla socio-sanitaria contra la pandemia, Revilla lo mismo pondera con detalle el éxito del curso escolar, los planes turísticos e industriales o el sector primario, o sea, la parcela de gestión del PRC, que despacha en dos párrafos la industria cultural o un pilar de progreso como la Universidad, en manos del PSOE de Zuloaga, la despoblación y la transición ecológica en siete líneas o el problemático desarrollo eólico en otras cuatro. Así que al final de esta secuencia tan prolija como dispersa, de este cajón de sastre, se hace difícil identificar cuál es el modelo socio-económico por el que Cantabria apuesta para después de la pandemia.
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