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Hay una mezcla de estupefacción e incredulidad en el PSOE por el rigodón que Pablo Zuloaga baila desde hace semanas. Una estrategia política que emula a la célebre danza inventada por la corte francesa, en la que las parejas se juntan, se separan, se ... reúnen y dan pasos sin avanzar ni retroceder. Hemos sabido ahora que, en diciembre, el vicepresidente ofreció la dirección de la Fundación Comillas a Eva Díaz Tezanos. A la misma que aisló cuando ganó el Congreso. A la que intentó desgastar con el cese de su consejero de Educación en 2017. A quien acusó de rencorosa y de traicionar al partido. A la que señaló como instigadora de una «persecución política» contra él.
La oferta llegaba en un momento ideal para la exlíder socialista. Se le terminaba el paro y acababa de pedir para los próximos 8 meses la indemnización de 1.098 euros mensuales que el Parlamento concede a los diputados que dejan de serlo y no tienen empleo. El puesto en Comillas le suponía unos ingresos de 61.314 euros anuales por dirigir una entidad en evidente decadencia, tanto en presupuesto (calcula un déficit de 500.000 euros para este año) como en proyectos de futuro (ha reducido sus dependencias un 55% por falta de uso). Pero Tezanos rechazó la oferta. «Es un regalo envenenado», le dijeron los exaltos cargos socialistas que todavía forman parte de su círculo de confianza y con quienes todavía sigue compartiendo tertulias políticas regulares.
A pesar del rechazo, Zuloaga decidió hacer público que el cargo era para ella si lo quería. Es insólito que un miembro del Gobierno reconozca sin tapujos que ha intentado amañar un concurso público. No seamos inocentes, este tipo de cargos siempre están adjudicados de antemano pese a que hay un proceso público detrás, como en el caso de Sodercán, Cantur, Cabárceno o la Sociedad Regional de Cultura y Deporte, pero nadie suele cometer la torpeza de anunciarlo abiertamente.
Ni siquiera ha sido ese desliz (intencionado) lo que ha desconcertado a muchos cargos socialistas, sino la estrategia que hay detrás de devolver a Díaz Tezanos a la vida pública. Solo puede entenderse por el nerviosismo ante el Congreso que afrontará a finales de año. Al ruido de sables que llega de Ferraz. Al miedo a que Pedro Casares dé un paso al frente. El líder del PSOE es muy consciente de que el 'todos a una' que le llevó a dirigir el partido en Cantabria ya no existe. Hay grietas muy visibles en sus apoyos. Sí, cuenta con UGT (que no es poco), pero hay disidentes en sus filas y alcaldes muy enfadados todavía por el trato que le dio a Tezanos y a su equipo. De hecho, le han pedido en varias ocasiones que rehabilite a los históricos de ese 'viejo PSOE', no con colocaciones, sino con un desagravio público.
Si Díaz Tezanos hubiera aceptado, Zuloaga hubiese comprado el silencio y el apoyo de este sector crítico y de los alcaldes insatisfechos. Como no lo hizo, intentó dejarla en evidencia y resucitarla como el enemigo común que debe unir a los suyos. Pero la jugada no ha salido bien. La música ya está dejando de sonar y el rigodón terminará con el Congreso de otoño.
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