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El río Pas no solo es una parte fundamental del patrimonio natural y cultural de Cantabria, sus aguas también fluyen por el grifo de más del 30% de los cántabros y de buena parte de su industria. Hoy es casi invariable que a lo ... largo del 20% de su recorrido, y durante casi cuatro meses al año, el río sea un ecosistema muerto, una enorme pérdida de funcionalidad ecosistémica y una presión extrema para algunas joyas del patrimonio natural ibérico en riesgo de extinción, como el salmón atlántico o el desmán ibérico. La pérdida de biodiversidad no es solo un problema del Amazonas. Buena parte de la población de Cantabria no habrá visto nunca estas especies en estado salvaje, porque la crisis de la biodiversidad va de eso, de anonimato. Lo que sí es probable es que si preguntáramos a la población de la bahía de Santander sobre el origen del agua que brota de sus grifos, la mayoría no tendría respuesta. Por eso es necesario juzgar la escasez pedagógica en las zonas que causan el problema, no en las afectadas, explicando por qué la decena de pueblos por los que discurre el Pas en su tramo medio solo ven cantos rodados durante un tercio del año.
La demanda urbana de agua, por el contrario, no ha cesado, y la solución que se plantea pasa por traerla de otras cuencas y seguir creciendo ilimitadamente en el área más poblada de Cantabria. En el camino no han existido políticas reales para gestionar o reducir la demanda, planificar el crecimiento urbanístico, diferenciar consumos urbanos e industriales, revisar pérdidas en la distribución, o restaurar las cabeceras. En este contexto, el caso del río Pas es un simple patrón.
Es indudable que necesitamos generar una transformación profunda en materia energética, y esta debe pasar por el ahorro, los hábitos de consumo, la edificabilidad, la movilidad, la eficiencia, el mercado energético, la descentralización... Y por supuesto, la implantación de energías renovables. Pero la tecnología no solventará los grandes desafíos sin reajustes previos en el modelo que nos ha traído hasta aquí. No es defendible alimentar la falsa impresión de que es posible mantener el modelo establecido únicamente con un giro hacia las renovables. Por eso, los grandes proyectos industriales de energía renovable que se están planteando en Cantabria pueden convertirse en un problema si no existen criterios estrictos, en base a las necesidades y a la ordenación. No es aceptable ignorar obstinadamente el mundo rural de Cantabria.
Lo que es fundamental es establecer políticas para desarrollar un modelo descentralizado en el que la producción de energía y su distribución no quede de nuevo monopolizada por intereses que son parte del problema. Sin embargo, a pesar de las necesidades identificadas para transitar a un modelo bajo en emisiones, no existen avances reales en materia de reducción del consumo, fijación de carbono, descentralización del oligopolio energético, autoconsumo, priorización de la producción en zonas urbanas e industriales, etc. Lo que sí existe es un ascenso sin precedentes de las grandes operaciones energéticas que dificulta que las administraciones competentes puedan ordenar, coordinar y planificar de acuerdo al interés público. Lo que nos llega es un modelo que desatará los conflictos del pasado, que incidirá en la crisis de la biodiversidad y que olvidará la identidad del espacio rural y su soberanía para decidir su futuro.
Ahora mismo en Cantabria existen decenas de proyectos eólicos en camino. Las zonas pasiegas concentran un centenar de molinos candidatos a ocupar sus montañas. Megaproyectos industriales que conllevan hasta 40 molinos alineados a lo largo de 15 kilómetros, aerogeneradores de 170 metros de altura situados en cordales de menos de 400 metros de altitud, ubicados a menos de un kilómetro de barrios y pueblos. Una nueva realidad donde los beneficios económicos para el territorio son irrisorios en relación con los de los ideólogos de estas operaciones, donde se hace más patente el éxodo rural, las pérdidas en el turismo son obvias, la creación de empleo es nula e incluso el valor del patrimonio puede desplomarse.
Algunos de estos proyectos industriales puede que no salgan adelante, pero sin aprobar una adecuada ordenación territorial difícilmente se analizará su impacto, ni se tendrá en cuenta el sentir de sus habitantes. De lo que no hay duda es de que, de salir adelante parte de dichos proyectos, la pérdida de la singularidad del patrimonio identitario, cultural y ambiental de la zona pasiega, uno de los principales activos identitarios de Cantabria, será un hecho, además del origen de una de las mayores destrucciones patrimoniales de la historia reciente en esta comunidad. Los perdedores seremos todos los cántabros, pero especialmente los de siempre. Ya nos robaron el río, que no nos roben los montes.
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