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El mundial de fútbol femenino ha sido una montaña rusa de emociones. Todo el país dudaba de que nuestra selección pudiera hacer algo importante, pero lo lograron, y nos impresionaron, nos emocionaron y nos conmovieron hasta la admiración. ¡España campeona del mundo femenino! Nadie merecía ... la gloria como Aitana Bonmatí y sus incansables compañeras de viaje. A Jorge Vilda, el míster, nunca le tembló el pulso. Siempre mostró una personalidad muy fuerte para tomar determinaciones acertadas en los momentos oportunos. Fue un gran campeón en la toma de decisiones, y supo forjar los lazos para crear un grupo humano fuerte, con un nivel de convencimiento total.
Veintitrés jóvenes protagonistas de una proeza. Gladiadoras que danzaron como elegantes bailarinas. Sutiles, inteligentes heroínas que nos han inspirado y dado valiosas lecciones de cómo gestionar la tensión, la ilusión, la confianza, los compromisos, la cohesión del equipo, la ambición, la frustración, el fracaso, la comunicación, los sobresaltos propios de un proyecto épico, la adaptabilidad ante las condiciones cambiantes, la dinámica emocional y la estrategia y su ejecución para que ayude en el proceso de toma de decisiones. El camino ha tenido sus aprendizajes.
¿Cuáles han sido los factores de éxito en el liderazgo y la gestión de este equipo? ¿Qué se puede aprender de este emblemático caso, que sea extrapolable a la realidad del liderazgo de equipos en el ámbito corporativo?
Las respuestas pueden estar en tener un proyecto y una filosofía compartida, con una estrategia flexible y adaptada a los fines. Un equipo que ilumina en lo colectivo y no busca el brillo personal, porque en este equipo las jugadoras juegan para la gente. Cero egos. Donde todas reman en el mismo sentido y se sienten orgullosas de representar al país. Con liderazgos informales, sin cargo, virtuosos y transformadores. Además, con una estrategia de atracción del talento que les permitió competir en el presente, construyendo el futuro.
«En lo más duro del invierno aprendí al fin que había en mí un invencible verano», decía Albert Camus. Jamás sucede nada en nuestra vida si no decidimos que suceda. Las decisiones que tomamos y las acciones que realizamos nos construyen y fortalecen o nos destruyen o nos dañan. Si se pica piedra durante un tiempo suficiente se encontrará siempre oro. La calidad de nuestro pensamiento condiciona la de nuestra realidad.
Las personas nos solemos sentir más cómodas en cualquier entorno que podamos controlar, y en el que podamos prever de antemano lo que vamos a encontrar. Estas jugadoras de la selección han sido un ejemplo de lo contrario. El mundo en el que hoy en día vivimos nos pide que también desarrollemos ese espíritu intrépido de aventura. Porque muchas veces las hazañas no consisten en viajar a la luna, sino en atrevernos a explorar y a desarrollar nuestro verdadero potencial, como lo han demostrado estas jóvenes deportistas.
Frente a la adversidad muchas veces nos sentimos tremendamente limitados, caemos en la frustración, en la sensación de impotencia y desesperanza. Por eso es tan importante entrenar nuestra mirada, para mirar las situaciones desde otra perspectiva más allá de lo evidente. Es ahí donde se esconden las oportunidades. Porque para aprovechar una ocasión, primero hay que verla. Si se interpreta la incertidumbre como un peligro, nos bloquearemos. Si se interpreta como una oportunidad se abre la ventana a la exploración, en una dinámica de descubrimiento y sobre todo de aprendizaje y de mejora, para encontrar las oportunidades que se visualizan cuando salimos de nuestras cómodas cuadrículas mentales.
Es fundamental tomar perspectiva para poder encontrar la oportunidad en medio de la dificultad y esto nos obliga a transformar nuestra forma de pensar donde el querer, imaginar o crear son estrategias que ayudarán a construir nuestra nueva realidad, personal y profesional.
Estas 23 jóvenes, épicas, esforzadas, valientes, atrevidas, decididas, ejemplares, nos han deslumbrado, nos han revelado, impulsado, desvelado, convencido, nos han emocionado e impulsado a la acción transformadora de nuestras propias vidas.
Estamos tan apegados a nuestras zonas de confort, a lo que controlamos y dominamos, que a menos que nos desatemos de esas ataduras, de esa verdadera obsesión por controlarlo todo, por esa seguridad mal entendida, y nos dejemos moldear por la propia vida no nos daremos cuenta de aquello que realmente es posible para todos nosotros. Esto implica lógicamente escapar de la zona de comodidad, para transitar por otra de descubrimiento, y es ahí donde empezamos a tener una visión radicalmente distinta de todo. Es aquí donde se amplían los horizontes, las miradas y las perspectivas, donde se ensancha nuestro mundo y donde se conquistan los talentos ocultos, las capacidades reales y los sueños más profundos.
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